Y, vos ¿qué estabas haciendo ese día?

 La inauguración del Metro de la ciudad

Al ver la señora –  de caminar pausado sobre la plataforma de la estación san Antonio –  estirar su brazo para detenerlo como lo hace con el bus que la lleva a su cuadra, evoco aquel día cuando el presidente estrenaba corbata y en los barrios altos de la ciudad, el sol sonreía desde el anochecer porque la ocasión obligaba a seducir la alegría, ya que nadie era indiferente al hecho, que en Colombia –  por primera vez –  un metro dejaría de ser un instrumento de medida, para convertirse en el medio masivo de transporte que movería el orgullo de este suelo.  Eso mismo le expresó Paola Andrea, la primípara estudiante de Filosofía de la U de A – de ese entonces – a Santiago, su adolescente hijo –  pero sin ver a la señora que estiró su brazo para tomar el tren –  cuándo el muchacho le interrogó sobre este acontecimiento, una mañana que desayunaban sin ausencia de recuerdos.

Es que nadie cabía en la ropita de la dicha porque el ego medellinense se había inflado de tanto orgullo cuando el maquinista puso a funcionar este moderno reptil eléctrico, a las once de la mañana, del 30 de noviembre de 1995, desde la estación Niquía hasta la estación Poblado. De norte a sur habían quedado tres años y dos meses de desesperanza por la suspensión de su construcción.

En la tienda, en la esquina, en la taberna, en la calle, en el Parque de Berrio, en la sala de la casa, en la cuadra sin parque, en el indigente, con los parceros, sin la cerveza en la mano, en la sonrisa satisfecha, almorzando mondongo, degustando un tintico, en los barrios apeñuscados, en los otros barrios, y en todas partes la conversación era una: “tenemos Metro”. Ese día hasta los gatos maullaron diferente al oler la atmósfera de vanidad que todos exhibíamos.

Y la fe que se había extraviado se volvió ciudadana, por lo que se veía y escuchaba, porque éramos “muy guapitos” – aunque quedáramos hipotecados – por poner a andar esa máquina que, a 80 kilómetros por hora, nos llevaría de prisa y sin parar en los semáforos, donde nos venden lo que no existe. Ese día fuimos arrieros, silleteros, cafeteros, bananeros, trovadores, campeones mundiales, rojos, verdes, suspiros, recuerdos, manos callosas y neuronas creadoras. Desde ese día chicaneamos. Por eso, cuando nos llega a casa la visita de lejos, lo llevamos con el alma – otra vez inflada – a que monte en Metro.

Medellín ese día fue diferente, no era la ciudad con miedo que se le escondía a su realidad. Ese día fue la capital del corazón que desde entonces respira la defensa por los vagones que nos llevan a quererlos como nuestro único testamento.

 

 

pensamientos de 12 \"Y, VOS ¿QUÉ ESTABAS HACIENDO ESE DÍA?\"

  1. Un Metro que dividió a los habitantes en los que lo querían y los detractores porque no les servía para ir a sus casas de campo.
    Un Metro que nos recuerda a autores de otrora y artistas de la actualidad.
    Al menos conservamos la cortesía y algunas normas de urbanidad que se han perdido en los hogares.
    Aunque se notó la corrupción en su construcción y todavía dizque debemos .

  2. » Para mi es un orgullo del suelo antioqueño que hemos caminado por tantos años , llenos de angustias , alegrías , encuentros , desencuentros, etc…etc..etc… pero que al final nos permite avanzar por caminos antes desconocidos para muchos. Yo sí me siento orgulloso de nuestro metro y en buena hora ese homenaje a ese puñado de vagones que desunen a algunos , pero que a muchos nos unen y nos hacen sentir muy orgullosos . Buena crónica profesor Barrientos «

  3. El metro es un lugar diferente, a veces tan distinto de lo que somos los paísas, es un lugar agradable, tolerante y educado y que luego de salir volvemos a ser lo mismo, engreídos, intolerantes, irrespetuosos, individualistas y mezquinos.

  4. El primer metro construido en Colombia, el metro de Medellín, que nos está originando teleféricos para hacer más masivo el transporte. Gracia Héctor por hacerme sentir orgulloso de ser antioqueño y residente de Medallo.

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