Sin darnos cuenta

nos vamos

La única preocupación que teníamos era no tener preocupación alguna.  De repente, en un espabilar nuestra niñez se fue; los juegos que inventábamos, en un pestañeo desaparecieron, y con la imaginación creábamos los juguetes que no nos pudieron comprar.

  • ¿Qué cómo los hacíamos?

A escondidas una tabla a la cama hurtábamos, y con velas la encerábamos para bajar veloces por calles de cascajo. La cantaleta de papá, o el chancletazo de mamá, dolían más que las peladuras en la espalda. El 24 creíamos que del cielo nos regalaban lo que debajo de la almohada nuestros padres guardaban. La chiquillada de la cuadra el 25 madrugaba a presumir el traído, que el Niño Dios nos obsequiaba. Y en un dos por tres se arrugó la foto de la primera comunión. Sin darnos cuenta los frijolitos con chicharrón que la abuelita servía (después del rosario, donde nunca faltó el prolongado bostezo, la camándula incorporada, y el calvazo que despertaba) sin ella, insípidos sabían.  No entendimos por qué la adolescencia llegó despertando nuestras vergüenzas. Todo nos daba pena: la menstruación en las muchachas, el granito en la cara, y cuando en clase, la niña que nos gustaba el primer acné descubría, rojitos nos poníamos. Gagueando en el recreo con la única moneda a cofio o minisigui invitaba. “Paso” era la respuesta que hacía evidente la falta de otra moneda, cuando ella preguntaba por qué, para mí, no compraba. Sin ser lo que nos creíamos, en rebeldes nos transformamos, y las discusiones en casa no faltaban. Algunos vellitos despedían la niñez, y herméticos en el cuarto, escuchando música lejana fuimos extranjeros, porque a nadie entendíamos.  Exilados en ese cuarto estuvimos, siendo éste nuestra patria. De repente, un kikirikí anunciaba que los huesos se estiraban y los músculos chicaniaban. Y, así, como chasqueando los dedos llegaron obligaciones que amarran, aplazando los paseos. La visita al médico se transformó en la única excursión. La viga que fuimos la espalda dobló, y, ahora, el único verbo del usado abecedario es prohibir lo que antes la edad permitía. Las carcajadas se convirtieron en cachetadas cuando comenzamos a despedir amigos y familiares, inventariando, sin prisa alguna, lo que no podremos guardar; concluyendo que esa fotografía tatuada en el corazón, tiene más valor que todo lo comprado, porque sólo lo vivido nos llevamos cuando todas las preocupaciones son la única preocupación.

Septiembre 3 de 2025

pensamientos de 6 \"SIN DARNOS CUENTA\"

  1. “ Volví a caminar descalzo por las calles color tierra ( Aún sin pavimentar)de mi querido Barrio Niquia , con este gran relato profesor Barrientos … Volví , volví… Cuando se nos fue el tiempo ?”

Responder a Fernando Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *