Recordar es vivir
(Dejar la tierrita)
Volteó su cabeza para ver por el vidrio trasero del taxi lo que sería su despedida del barrio, su barrio de viernes cerveceado, su barrio de carencias múltiples y de prolongados esfuerzos que no alcanzaban a llenar la nevera. Sus parpados pausaron sus lágrimas para evocar la alegría callejera cuando de niño el regaño de mamá curaba las raspaduras en las rodillas, o cuando estrenaba sonrisa con sus amiguitos de la escuela mientras compartían la Big Cola que don Antonio les fiaba.
Y mientras el auto subía por Las Palmas buscando el aeropuerto, a su novia del colegio la amarró en su pensamiento con todas las promesas que se expresaron entre beso y beso: sus lágrimas inundaron el sentimiento al escuchar en la radio “Me voy para Medellín” del Combo de las Estrellas, sintonizando al conductor con una mirada solidaria, al observar por el espejo, el sentir de su treintón pasajero.
Después de permanecer tres horas en la sala de espera toda su historia repasó, tanto que, haciendo la fila para volar a otro país, a otro clima que lo obligaría a conversar con palabras en bufanda, su corazón se aceleraba a la velocidad del avión que lo llevaría al lugar que jamás soñó porque la ausencia de oportunidades lo llevo a recomenzar su vida fuera de la patria, alejándolo de su paterna casa donde febrero era diciembre ya que a los lunes con bostezo jamás la puerta le abrieron. Atrás quedaba la esquina donde fue feliz sin saberlo, ya que en su nueva condición de inmigrante tendrá en el pasaporte el sello de la nostalgia. Cada vez que su memoria suspire allá, su respirar permanecerá acá; como le sucede a los 7. 905.146 (cifra oficial que nunca es real porque para quien gobierna la ficción es la única verdad) colombianos que habitan cualquier trocito del planeta oliendo el día en que puedan regresar para volver a escuchar (inundados de emoción) la cercanía de su acento envuelto en abrazos: “¡parce! bienvenido a la tierrita dónde compartir una empanada es tan urgente como necesario”, fue el saludo (años después) del canoso amigo de infancia cuando aterrizó en el mismo aeropuerto.
Mayo 16 de 2021
Manuel Mejía Vallejo decía la tierra éramos nosotros. Claro que duele la partida, pero debe doler más morir lejos del olor de la tierra que pisaste.
Así es Fercho. Gracias por leer y opinar sobre la crónica. Te espero en la próxima.
Que hermoso!!!!
Gracias, Flor Alba, por estar ahí, siempre, como leal lectora de estas crónicas. Te esperaré en la próxima.
Claro que sí, recordar es vivir cuando nos alejamos de nuestro terruño dejando buenos recuerdos. Pero la vida es así.
Sacra, muchas gracias por leer y comentar la crónica. Te espero en la próxima para reencontrarte.
“ Todo exilio voluntario tiene muchos visos de nostalgia , pero mientras no se pierda la identidad del ser , seremos siempre seres en regreso … El olor a la tierra donde nacimos , siempre se lleva en olfato del corazón…. Excelente crónica profesor”
Rubencho. Te reitero mi gratitud por leer y comentar esta crónica. Como siempre te espero en la próxima para disfrutar de tu comentario.
Uno siempre regresa al lugar del que no debió salir , pero que las circunstancias lo obligaron( léase desplazamiento forzado), como le ocurrió a la familia de mi cónyuge.
Gracias por recordarlo.
Gracias, a vos, Horacio, por leer y opinar sobre la crónica. Te espero en la próxima.