Pa’ mi, una bien fría
Diógenes: ¡salsa, bolero y son!
(Antes que el encierro de la pandemia del 2020, lo cerrara)
Con nombre de pensador griego, este bar de la tertulia en salsa, del baile transpirando, y de la palabra gozando, convoca desde abril de mil novecientos ochenta y cinco, a sus leales clientes – cada semana – con una sola intención: hablar mientras degustan las frías cervezas que les une todo el abecedario del corazón.
Llegué solo y me instalé en una de sus ocho circulares mesas, ubicadas en la acera del local sobre la avenida La Playa. Quería escribir esta crónica para contarte que – aquí – las voces de Héctor, de Daniel, de Celia, del “Cheo”, de Ismael, de Carlos Puebla, de Buenavista Social Club, de Henry Fiol, de Bienvenido Granda, o de Leo Marini, se te anclan en tu alma para seducir – por un momento – la pausa necesaria ante tanto afán innecesario.
Las ocho mesas, que en su interior se hallan, estaban llenas de hormonas rumberas, la cuales eran fisgoneadas por los cuadros – con los añejos rostros de la historia de estos géneros musicales – que visten sus paredes.
Como era viernes, el interés estaba en bailar – al igual que el indigente, o el señor de gorra ladeada, que antes de llegar a su casa, desde la calle “tiran paso”, autorizados por sus pasaportes sin afanes, en esta esquina de la avenida La Playa con la carrera Córdova (donde queda el Palacio de Bellas Artes) – sin importarles que en 1997, la nariñense Omaira Rivera Chamorro (fans uno A de Daniel Santos, coleccionista de su música hasta acumular ciento cuarenta y cuatro acetatos del puertorriqueño), compró el bar que se llamaba Diógenes, Tonel – Bar; tampoco les motiva saber que ella tenía un programa llamado “Ritmo cubano” ( los orígenes de la salsa), en Latina Stéreo (100.9 FM del dial), los días sábados, a las once de la mañana, o que falleció de un infarto un veintidós de octubre de dos mil siete. Su interés, como dije, se centra – exclusivamente – en reencontrase con la palabra amacizada, cuando Willie Colón, exclama: “me das motivo, para irme ahora. Es que vengo ahora, de ti perder”.
Mientras escribo estas líneas, a las críspetas que me sirvió en una coquita plástica, el muchacho que me atendió, el viento les puso alas para que volaran hasta las suelas de los transeúntes, sin embargo, degustando la Pilsen congelada, observo con ojo solapado – por la vidriera esquinera que exhibe tres carteles que anuncian una obra de teatro, un curso de yoga, y un recital de poesía – los besos melódicos de una pareja que alimenta su lujuria con el trombón que escuchan, redefiniendo su sentir, mientras el cantante dice: “mi motivo, ser en adelante, buscar algo, qué hacer”.
En este pequeño local de un edificio universitario, Diógenes – el filósofo cínico – tiene razón al expresar: “cuando estoy entre locos, me hago el loco”, porque, aquí, la música transforma el olor de la rutina en aroma de reencuentro, hasta la dos de la mañana, cuando se apaga el rojo neón de la semicircular barra.
Agosto 10 de 2019
Esta es historia de Medellín. Bueno es recordar estos espacios que nos tornan nostàlgicos. Gracias Héctor por revivir estos rincones salseros.
Sacra. Gracias por leer y opinar esta cronica. Te espero en la próxima.
Excelente Héctor tu crónica ,triste saber que esos referentes de ciudad tertulianos desaparecen del mismo modo que el árbol …entre las llamaradas del pirómano insensible
Jorge. Gracias por leer la crónica, gracias por tu concepto, que es muy generoso. Como siempre te digo, te espero en la próxima.
Qué lástima que estos espacios cada vez sean más escasos en una ciudad agobiada por el acoso, acelere y paranoia de quienes la habitamos. Diógenes se sentiría más defraudado aún, pues ese hombre que habitaba en las tabernas, decidió renunciar a ellas e irse para las sala de su casa a dejarse violar por el YouTube.
Miguel, gracias por tu valiosos concepto lleno de filosofía y charlas musicales.
Me dió ganas de una buena cerveza.
Fercho, brindemos por esa cerveza que Diógenes nos entregó en charlas llenas de vida literaria.
Profe, cordial saludo.
Definitivamente cada letra que plasmas es ver y sentir la ciudad, el lugar, el tiempo como pasa en frente y siemplemente queda el recuerdo de algo que quizas no vuelva, porque ahora solo somos y seremos virus andantes sin saberlo.
Me encanta saber que las letras aún acompañan lo que una vez nos enseñó en unas cuantas horas, sin saber que esto serviría para cada momento.
Un abrazo profe!
Jorge, gracias por esas palabras llenas de historia compartidas. En la próxima te espero para seguir evocando.
Un lugar común para quienes tertulimos al son de una salsa ,porro o guaracha.
Un recuerdo a amistad, a barra a grupo.A amigos que compartíamos unos referentes literarios y que se nos iba volando el tiempo y hasta el día empezaba a despuntar cuando tocábamos la puerta de salida y a veces el mundo empezaba a danzarnos ,eso sí ,la mayoría de las veces.
Horacio. Gracias, por tu valiosos comentario. Te espero en la próxima.
» Que oportuno homenaje a lo citadino , a la tertulia , a esos momentos que aún siguen vigentes en los recuerdos de quienes caminamos muachas veces por la avenida la playa en busca de un parchecito bueno como » Diógenes » , «La Arteria » , etc..etc…y que tantas veces fueron testigos de encuentro con amigos que no necesitábamos firmar nada , para llegar a un acuerdo …. Solo un apretón de manos bastaba. Gracias profesor por volver con nosotros «
Rubencho. Como te lo he dicho en Así huele Medellin, gracias por tus palabras que me motivan a escribir la próxima crónica en la cual te espero.
Excelente historia poeta mi Dios te bendiga, que relato y que rima para conocer y vivenciar norimaperoesverdad.
Kevin, muchísimas gracias por tu sincero concepto lleno de lealtad por las letras que nos unieron para tejer la amistad.
Que reviva como el ave Fénix, este lugar dónde hemos visto pasar la vida al ritmo de la buena salsa y la compañía de amigos entrañables 🧡
Gracias, por tus buenos propósitos.