Nos fuimos
¡Pero volveremos!
¡Chao! El miércoles 26 de septiembre de 2012, los recuerdos se hospedaron en la nostalgia de los estudiantes, padres, y maestros del Camilo Mora Carrasquilla. ¿La razón? Tenía que ser desocupada la estrecha escuela de siempre para habitar el local que un día ocupó el Conrado González, allá abajo, en Robledo – Palenque: el viejo edificio seria demolido para dignificar su existencia. Los estudiantes de décimo empacaron con sus profes (en un camión de la alcaldía) la historia de veinticinco años de conversaciones, travesuras, abrazos, risas, secretos, recreos, miedo por las lecciones que se traducirían en calificaciones y locuras adolescentes. Esos recuerdos transformaron una lágrima en tantas lágrimas, que, entre viaje y viaje, se percibió la soledad en las viejas paredes de su anterior hospedaje, ya sin pupitres, sin tizas, sin balones, sin docentes, sin alumnos, sin el regaño al cansón de la clase. Sólo Mauro, Alex y “Chumi”, los tres guardas de seguridad, permanecerían hasta que el moderno edificio traiga de nuevo la vida con su uniforme azul. Así, en tres horas, se marchó la historia de cinco lustros de esfuerzo comunitario por ver en la educación la esperanza de lograr lo que han trazado las tareas.
La primera vez. Ese lunes 1 de octubre de 2012, llegaron entusiasmados para abordar el bus que los llevaría desde sus residencias a la novedad que ocuparían: “¡wow, uff!”, fueron las expresiones de libertad al hallar tanta amplitud. Ni el palo de mango que exhibe su provocativa diabetes, ni la piscina que no se puede usar, ni el tablero de basquetbol (que casi rompe el más alto de los estudiantes de 9.1, al colgarse del aro) ni el enterarse que en este lugar se graduó el futbolista Andrés Escobar Saldarriaga, pudieron borrar el brillo de los ojos de esta primera vez en casa ajena. Entre todos inventaron la felicidad al zafarse del olor de tanto abandono estatal porque sabían que regresarían con sus sueños sin estrenar.
“¡Volvimos!”. El lunes 12 de mayo (fecha de la inauguración oficial) la muchachada se sintió dueña de esa mañana sin bostezo, cuando se autorizó el paso hacia las aulas, y el niño de las pestañas refrigerantes es desconcentrado por el crespito de mirada fugaz, quien le susurra. “¡Viste que sí volvimos!”. Ya, en el ascenso a la rampa que conduce hacia el piso donde se halla su salón, los del grado sexto no desvanecieron el deseo de continuar imaginando cada sitio antes de encontrarse con la maestra, en su primer día de clase, para continuar aprendiendo en el alma del barrio Fuente Clara, en el Camilo Mora Carrasquilla.
Mayo 12 de 2014
Cada uno de los ladrillos de los colegios guarda cual USB los sueños, las risas y las lágrimas de tantas generaciones de muchachos.
Fercho, gracias por leer y comentar esta crónica. Como siempre, te espero en la próxima.
Entre viaje y viaje… persivo una historia nueva y otra qué pasó pero que no se olvida en ninguan crónica. Gracias por compartirla.
Gracias a vos, Nefatli por compartir tus ideas en torno a esta crónica. Te espero en la próxima.
Muy interesante crónica. Gracias por compartir. Un fuerte abrazo Héctor.
Floralba, muchas gracias por leer y comentar la presente crónica. Te espero en la próxima.
Quienes hicimos parte de esta crónica solo sentimos nostalgia de no estar en este claustro por causa de los directivos actuales que no vivieron esta bella historia .
Horacio. Agradezco tu lectura y comentario en torno a la crónica, «Nos fuimos». Te espero en la próxima.
“ Todo espacio educativo tiene muchos visos de nostalgia, los ladrillos y el cemento se impregnan todos los días de las huellas de quienes por allí corrimos tantos años , y siempre vivirán en el recuerdo ; las experiencias allí vividas dia a día . Gran crónica profesor Barrientos “
Rubencho. Gracias por leer, opinar y valorar este texto. Gracias por estar, siempre, ahí.
Nunca olvidamos los claustros donde nos formamos y del rostro de los profesores. Yo he visitado en momentos de ocio,
la escuela, colegio y unversidad donde estudié para recordar tiempos de mi niñez, adolescencia y juventud. Se siente gran satisfacción con cierta nostalgia, sobre todo cuando se comprueba que la escuela ya no existe. Muy buena la crónica. Asi no tengamos que ver nada con la institución en mención, a todos nos aplica el concepto.
Muchas gracias, Jaime, por tu comentario sobre esta crónica. Te espero en la próxima.