Logos 1

Filosofía para los jóvenes de hoy

Un viernes de 1998 fui al barrio Campoamor, en el suroccidente de Medellín, a solicitar un crédito de libre inversión en la John F Kennedy.

  • “¿Para qué sería el préstamo?” Me preguntó quién me atendió.
  • Para publicar un libro que servirá de guía escolar a los estudiantes de décimo grado en los colegios de Medellín. Le respondí.

Su ácida carcajada me invitó a escucharle sin renunciar a mi propósito crediticio.

  • “¿Y el libro de qué trata?” Reiteró su corazón financiero.
  • ¡Filosofía! Con esta palabra contesté dándole un puño con mi mirada.

Una insípida risita dibujó en sus cuadriculados labios.

  • “Discúlpeme. Pero es la primera vez que alguien viene con esa alocada propuesta. Si usted me dice que esa plata es para viajar, comprar una moto, cambiar la nevera, remodelar el baño, o hacer una fiesta, de una se lo entregaría”. Insinuó, como dios regañón, el empleado de la Cooperativa.
  • Usted lo único que debe hacer es averiguar si tengo capacidad de pago. Esta vez, con ojos estrangulantes le protesté.

El tipo se achantó, y como chicanero reportado aceptó mi petición, entregándome el dinero en la caja. Mi imaginación ni imaginaba lo difícil que es emprender cualquier idea comercial en este país. Ese capital (que debía pagarlo en 36 cuotas mensuales) me sirvió para aprender que los impuestos, y la cínica trampa, alimentan la desilusión del más terco soñador al sepultar las pequeñas marcas.

Con el billetico lo primero que hice fue registrar el libro Logos 1 (Filosofía para los jóvenes de hoy) ante el Ministerio de Gobierno; tortura de cuatrocientos y pico de kilómetros porque hasta Bogotá tuve que viajar. Luego, en la Notaría tramité la escritura que creaba a Ediciones NEO Ltda, registrando así el texto que ofrecería, y los nombres de Adriana (mi esposa) y el mío como sus representantes. Desembolsé parte de ese crédito en la Cámara de Comercio de Medellín (de la avenida Oriental) para validar la legalidad de esta inédita experiencia escritural. Después gestioné ante la Cámara del Libro en Bogotá, el Código de Barras que identifica el cha – ching de Logos 1 en las cajas registradoras; luego regateé al impresor sin obtener descuento alguno, hasta que finalmente visité cada colegio de Medellín para argumentar las bondades metodológicas de esta propuesta pedagógica que tres años de mi tiempo consumió al escribirlo: el texto fue adoptado en muchas aulas, pero (siempre los peros) algunos profes que no lo eran, no pagaron los libros que sus alumnos leían, y los pagarés que conservo me recuerdan que hay gente camuflada entre la gente que piensa; como lo hizo la clandestinidad del mercado escolar que lo plagió para ofrecerlo en las aceras del Centro de la ciudad, en la llamada temporada escolar. Como Logos 1 se vendía, una empresa editorial robusta lo distribuyó por todo el país obteniendo abultada ganancia. De dicha transacción sólo me entregaron $700.000 en 2001, por los Derechos de autor.  La historia anterior me obligó regresar a la Notaría, y a la Cámara de Comercio a deshacer lo que había hecho. Entendí, entonces, que para desaparecer mi ilusión también debía pagar.

A la ácida carcajada que me invitó a no montarme en ese vuelo le digo, veintiséis años después, que pagué cada peso que la Cooperativa John F Kennedy me prestó. Y a quienes plagiaron este despegue les agradezco porque me dio alegría saber que Logos 1 fue piratiado en esta indolente urbe. Sentí lo que vos viviste cuando te llamaron del primer empleo, al ver l@s pel@os salir de sus clases con el libro de Filosofía como si fuesen parcer@s de nuevas rebeldías, convirtiéndose en el silencioso maestro que no descalifica tanta duda adolescente.

Diciembre 1 de 2024

 

pensamientos de 6 \"LOGOS 1\"

  1. “ Gran experiencia nos compartes profesor Barrientos, iniciar un proyecto no es fácil , pero lo más importante de todo esto es , que así haya sido por el camino de la piratería , el logos 1 si logro estar en el pupitre que lo merecía “

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