La peor tragedia

de Medellín

 

  • ¿Quién los mandó a vivir allá? Preguntó el pendejo que solidaridad le falta.
  • Hablar es muy fácil, atembao. Le respondí con rabia.

La cocina olía a mondongo. “A mover la colita” (de la Sonora Dinamita) se meneaba en las casas, y los niñ@s con la felicidad intacta cantaban: “a ver, a ver, a mover la colita/ si no la mueves se te va a poner malita”, mientras bailaban. Calle arriba el sancocho de leña invitaba. En Los Pomales celebraron un gol, y ese balón muchas vidas salvó. En quince segundos la fiesta se apagó porque lo inesperado apareció. Quince segundos bastaron para que 562 personas murieran, y el derrumbe a 355 en sus cuadras enterrara. En quince segundos una hectárea se borró. El 3 de octubre de ese año, esa misma hectárea fue declarada Campo Santo, y desde 2012 en Ecoparque Camposanto Villatina se convirtió. Allí, cada año, los dolientes recuerdan lo que la ciudad olvidó: la avalancha que todas las ilusiones arrasó.

La mañana de ese soleado domingo (a pesar que desde 1908 no llovía tanto) nadie imaginó lo que sucedería a las dos y media de la tarde. Los bautizos, las primeras comuniones, el torneo barrial en la encharcada cancha, chicaniarle a don Hernando con las boletas para ver al rojo en el clásico, jugar parqués en la sala, posar para la foto partiendo la torta, tomarse las polas con el vecino, asistir a las piñatas, freír las empanadas, el regalito para los recién nacidos (los baby shawer no existían) o para los primíparos recién comulgados; la atmósfera era como la de un 24. La alegría caminaba por las ocho calles de Villatina porque ese 27 de septiembre de 1987 tenían todas las sonrisas acumuladas cuando el estallido provocó la tragedia más grande que la ciudad haya registrado. Décadas después, sus 150.000 habitantes, sus 35 barrios (18 reconocidos como legales por la municipalidad) y toda la comuna 8, hablan de lo que Medellín calla: del dolor sobreviviente al perder 4 hijos de una, 22 familiares en quince segundos, la esposa y tres hermanos en un parpadeo, 562 personas que en menos de lo que dura un suspiro gozaban, 100 casas aplastadas mientras alguien el estrén planchaba, y 355 desaparecidos que hacía un ratico con alguien conversaban.

  • ¿Que quién los mandó a vivir allá? Me volvió a preguntar el atembao que solidaridad le falta.

Pues la desigualdad les obligó a improvisar sus viviendas arañando la montaña de la ególatra urbe a mediados de los cuarenta (del siglo veinte) cuando llegaron al Morro Pan de Azúcar (centroriente), motivados por Cheno Arroyave, huyendo de la violenta pobreza. La pobreza continúa y la violencia desvanece otras vidas. Y para quienes quedaron vivos, el recuerdo renueva la esperanza de querer saber (con certeza) cuál fue la causa que provocó esta catástrofe. Ojalá el langaruto que expresó, ¿quién los mandó a vivir allá?, no tenga que sentir lo que siente cada sobreviviente cuando se le arrugan las lágrimas al no poder abrazar a quien su corazón  extraña.

 

Septiembre 27 de 2024

 

 

pensamientos de 12 \"LA PEOR TRAGEDIA\"

  1. Recordar esta tragedia es revivir la indiferencia de muchos indolentes que creen que no les habrá de ocurrir algo así. Como bien se dice, son los otros los que están de malas, no soy yo. Es no ponerse en el lugar de los que padecen las circunstancias atroces de la vida.

  2. Interesante mencionar y recordar esta tragedia en un lenguaje poético y que no se debe olvidar. Todavía ocurre, en ocasiones , la carencia de justicia social, cuando en desastres actuales provocados por el invierno se percibe el contraste entre el dolor de los sobrevivientes y la falta de empatía de algunos que critican desde sus posiciones privilegiadas.

  3. Los charlatanes y conspiracionistas se inventaron el cuento que la avalancha había sido causada por la explosión de un polvorín que el M19 tenía encaletado en las laderas de Pan de Azúcar.
    La imbecilidad no tiene ningún límite.

  4. “ Gran retrato en esta crónica de la fragilidad humana , la indolencia y la falta de sensibilidad que aún no desaparece de nuestro entorno social . Gran reflexión a través de un dolor que todavía perdura “

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