Iván Darío Ramírez

El hijo de “Polvera”

Con un corazón más grande que su estatura (es tan alto que para hablarle obliga a doblar la nuca) y su alma tan limpia como el aire de Argelia (suroriente de Antioquia) su pueblo. Iván Darío es tan humano que en su cabeza sólo guarda la palabra solidaridad. En 1982 dejó el olor a tapia, se montó en una flota, y a Medellín llegó sin importarle los arañatazos que las púas le ofrecieron en la ciudad. Sólo quería ser docente. Nunca se quejó, y en Licenciado se convirtió. En 1985 La Universidad Autónoma Latinoamericana lo graduó.  En Concordia (suroeste antioqueño) por poco tiempo como profesor trabajó. Pero su mundo era tan ancho que las aulas se le convirtieron en jaulas. A su sensibilidad escuchó y en fotógrafo – pintor se convirtió.

El dinero poco le importó porque de su papá (“Polvera” le decían en el pueblo) aprendió que no nacimos para acumular ostentación sino para regalar generosidad. El protagonista de esta crónica se halla en el Patio de Comidas del centro comercial Unión Plaza de Junín (el centro del Centro) allí, en un pequeño Local ofrece lo que la vanidad borró. En las vitrinas de su Tienda Esotérica Sol de Luz, vende el olor de la bondad, la luz de tranquilidad, el color de la mesura, el sonido de la sensatez. Al visitarlo, en el Local 348 encontrarás abrazos en su conversación, paz interior al saludarlo, deseos de encontrarte al despedirte. Iván Darío Ramírez niega el afán citadino al compartir el tinto que con amabilidad sirve. Búsqueda permanente de sanación es este hombre de piel demócrata y mirada equitativa. Extraño para los aduladores de billetes porque su simpleza vivencial la expresa en sus cuadros y fotografías, regalándonos la interpretación requerida cuando se entiende que vivir no es competir. Su sabia humildad activa la fe en quienes creen no volver a creer porque la injusticia les tatúo, o los ojos de la trampa los robó, o el rostro del prejuicio los señaló, o las manos del banquero los hipotecó: como fotógrafo capta lo que no vemos porque el cemento todo lo tapa. Como pintor sugiere valorar lo que nuestro día a día rechaza.   El recuerdo de” Polvera” le permite a Iván Darío, en su tranquila atmosfera, traerlo de vuelta, así como era:  un vigoroso campesino sembrador de honestidad quien cosechó el arte en su hijo, el mismo que no guarda rencor por quienes le pusieron zancadilla cuando requería de una mano para cruzar el alambrado de la urbe que lo ignoraba.

Hallar personas con almas tan grandes, como el Atanasio, es muy difícil en la Medellín de retos e intentos, por eso con gratitud al docente, al hijo, al pintor, al ser humano, al fotógrafo, quiero plasmar estas modestas letras al permitirme aprender que tanta mentira de neón no permiten ver la claridad.

Junio 11 de 2024

pensamientos de 10 \"IVÁN DARÍO RAMÍREZ\"

  1. “ Que sensatez abrazar a los amigos en vida , cuando aún se respira por la piel. Y plasmar , retratar y describir con el corazón , hace vivir a personas como Iván Darío por siempre ; en el corazón de aquellos que tenemos el privilegio de estrechar sus manos transparentes… Gran semblanza del amigo mi buen profesor Barrientos “

  2. Sentido y sincero homenaje al compañero que no ha perdido su esencia manifiesta en la sencillez y en la sensibilidad que tiene para abordar con su arte y su saber el valor de lo simple, de lo elemental. Choque esos cinco apreciado Héctor.

    1. Miguel. Gracias por permanecer atento a cada publicación. Gracias por aplaudir este modesto homenaje a Ivan Dario, quien desde su esencia nos permite ver y sentir lo mismo pero diferente. Te espero en la próxima.

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