Ese domingo

 después de misa

 

“Que peye se verá La Playa sin los alumbrados, ¿no?”, preguntó Ángel Alberto a sus amigos cuando los fogonazos interrumpieron la respuesta. El país estaba a oscuras porque un Niño lo apagó. El presidente de voz aflautada, una hora adelantó el reloj para que el día amaneciera sin lagañas, y, en Medellín la oscuridad aumentó el miedo: las bombas de Pablo en perpetua oscuridad explotaban. Despertar intactos para 1.630.000 almas era su logro mayor, y Wilton Alejandro Marulanda Rodríguez no era la excepción, pero la nostalgia lo mató, tanta melancolía no aguantó: al día siguiente de haber cumplido once añitos viajó a encontrarse con sus nueve amiguitos (quienes no sobrevivieron como él) porque debía responderle a Ángel Alberto la pregunta masacrada.

 

Sí, diez victimas dejó la matanza de Villatina (centroriente). Digo diez porque, aunque el niño ese día no murió, su memoria congeló el sonido de la metralla que sepultó las ilusiones de Johana Mazo Ramírez de 8 años, Giovanny Alberto Vallejo Restrepo de 15 años, Ángel Alberto Barón Miranda de 16 años, Marlón Alberto Álvarez de 17 años, Johny Alexander Carmona Ramírez de 17 años, Ricardo Alexander Hernández de 17 años, Óscar Andrés Ortíz Toro de 17 años, Nelson Dubán Flórez Villa de 17 años, y Mauricio Antonio Higuita Ramírez de 22 años. Wilton Alejandro no superó este genocidio, las lágrimas inundaron su corazón. Durante dos años recordó los tres autos que traían a doce tipos del F2, quienes borraron la alegría del Grupo Juvenil barrial en venganza por las muertes policiales que Pablo ordenaba. La esquizofrénica revancha eligió a niños que nada tenían que ver con la violencia traqueta, ese domingo 15 de noviembre de 1992, a las 8:30 de la noche, después de misa, en la calle 54 con la carrera 17, cerquita a la iglesia Nuestra Señora de Torcoroma. Los chicos se reunieron para organizar la despedida del grupo que los unía. Tenían una festiva razón para convocarse: ya casi era diciembre, y mientras hablaban de las velitas del 7, del traído del 24, y de la ausencia del alumbrado en La Avenida La Playa, fueron cobardemente asesinados. En segundos el alarido de las balas se transformó en tragedia. Nueve vidas sin estrenar acribilladas, mejor dicho, diez, porque a Wilton Alejandro le hirieron el cuerpo despedazándole su infancia. Estar dónde los policías (vestidos de civil) no querían que estuvieran, fue el delito adolescente. La justicia internacional obligó al Estado colombiano a sembrar una escultura que les recordará. La obra titulada por el autor, Edgar Gamboa, “Los niños de Villatina”, fue instalada el 13 de julio de 2004 en el parque del Periodista, (Girardot con Maracaibo), centro del Centro, al ser el lugar que convoca la conversación, mientras las polas y los plom acompañan democráticas tertulias que el abecedario de todas las creencias abraza. La escultura en hierro forjado refleja las ilusiones aniquiladas ese domingo después de misa:  en forma de globo nueve barras semicirculares evocan a una niña bailarina, a un niño jugando con un balón, a un pelao con una grabadora escuchando música, y a otro sentado en una banca leyendo un libro, además de una bicicleta. Dos placas denuncian lo sucedido. Con la muchachada que frecuenta El Periodista están las carcajadas, las voces, la energía, y la empatía de nueve mártires (aunque en realidad fueron diez) porque doce sicarios (que se creían dioses) disparaban los proyectiles bendecidos por la legalidad. Ninguno de los doce asesinos fue condenado, sólo tres de los bandidos fueron destituidos. La impunidad volvió a atentar contra el barrio que aún no cicatrizaba ese doloroso domingo 27 de septiembre de 1987, a las 2:40 de la tarde, cuando la montaña donde sus cuadras crecieron enterró a 562 de sus vecinos.

 

Enero 18 de 2025

 

 

 

 

 

pensamientos de 9 \"ESE DOMINGO\"

  1. Como el lema que le compuse hace años al centro de historia de bello: para que la memoria no se olvide. Una nota para revivir dolores y tiempos funestos. Para el Nunca más. Gracias por recordar aquella pavorosa masacre, para sentir otra vez el dolor de aquellos días y para desear que la historia no se repita.

  2. “ Otro lindo homenaje profesor Barrientos a creaturas inocentes, con la esperanza de que jamás tendrá que repetirse ….Aunque como que es una utopía no ?

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