El programa de ayer

¿Lo viste?

Ser feliz era la única obligación de esa inocencia con pestañas acróbatas.  Cada niño, cada niña (de ese entonces) expresaba su alegría sin ningún manual que les condicionara. Los barrios eran la extensión de la Medellín sin trampas, ya que, en cada cuadra, se degustaba el sabor de la sonrisa al ser lo insignificante lo único valioso. Infancia sin prisa ni termómetro, pues, corretear era el verbo conocido al ser la calle el patio de la casa. Allí se inventaban los juegos que la imaginación creaba. La algarabía era el reguetón de esa pequeña urbe con menos de 900.000 habitantes. La señal de regreso al hogar era la voz de la mamá, quien desgañotada advertía: “entráte culicagao, hace siglos te serví la comida”; tal indicación cancelaba (hasta el día siguiente) las inagotables vacaciones.

Ningún niño, ninguna niña, sabía que era la tecnología. ¿Para qué? si no la necesitaba. El único contacto con este mundo lejano era La Isla de Guilligan, que en el televisor de don Gerardo (el vecino pudiente de la cuadra) veían. El señor era el único que podía regalarse esa excentricidad de comprar esa extraña caja, porque el salario mínimo en 1969, de $519, no alcanzaba ni para fiar la nevera. Y, porque no había más televisores cerca, el hombre cobraba el ingreso a la intimidad de su vivienda.

Cada uno, de los diez vecinitos, pagaban un centavo, y, como no había de dónde, entonces le arrancaban a la chapa del cinturón (estaba de moda que los papás lo dieran como regalo de cumpleaños a sus hijos una correa con dicho accesorio) la moneda que la adornaba. Como sobraba tanto tiempo había tiempo para explicarle a la madre, que esa moneda hacía magia, porque de un momento a otro, ¡zas!, desaparecía.

Los juegos entre amiguitos eran de otra galaxia porque divertirse era el único deber. No había angustia por no saber que esa caja con pantalla, que compró don Gerardo, fue creada el 26 de enero de 1926 por un tipo escoces (John Logie Baird), Tampoco por ignorar que, en 1928, en otras partes del mundo, ya las vendían. Tampoco por desconocer que la televisión en Colombia se inauguró un 13 de junio de 1954, y menos por no adivinar que los primeros televisores vendidos en Medellín costaban $ 320. Ningún complejo despertó, en la incansable chiquillada, no saber que el 1 de diciembre de 1979, llegaría (oficialmente) al país la televisión en color, aunque sólo hubiese televisores para ver los programas en blanco y negro.

Era tan exclusiva la felicidad de los chiquilines cuando jugaban a La Lleva, al Soldado libertado,  a la Estatua congelada, a la Vuelta a Colombia (empujando con el pulgar las tapitas de gaseosa, a las que les insertaban un número – del mes anterior para evitar ser pillados –  cortado al almanaque que la abuela colgaba en la cocina) sobre el  borde de la acera,  a Las Bolas (canicas),  a La Golosa (Rayuela), a Las Escondidijas, al Yeimi, o mientras deslizaban su adrenalina por las pendientes de la ciudad (en bajada) sobre una tabla robada a la cama; ni se les cruzaba la idea que iban a envejecer para ver en la tv,  el 11 de agosto de 1985, el estrén del primer canal regional de Colombia: Teleantioquia. Y, mucho menos, que su ciudad transmitiría por primera vez, sus Mitos y Leyendas, en su propio canal, TeleMedellín, un 7 de diciembre de 1997.

Sin Netflix, sin Google, sin Youtube, sin Wifi, sin necesitar ningún curso de inglés, sin querer ser como Messi (porque eran ell@s), sin traumas, raspados, con lluvia, con bullyng, deshidratados, l@s niñ@s de entonces, huelen hoy (cuando muchos son abuelos) el testamento de la nostalgia: vivir para ser y no para tener porque las arrugas aparecen mientras parpadean tus recuerdos.

Septiembre 12 de 2021

pensamientos de 19 \"EL PROGRAMA DE AYER\"

  1. Parpadean mis recuerdos con esta crónica de lo que jugamos quiénes tenemos algunos años y que crecimos sin computador ,pero visitando la biblioteca como verdaderos ratones de biblioteca.

  2. Que bien Héctor por ésta lectura histórica tan recreativa, que me recuerda mi linda infancia y juventud. Lo digo porque esas lindas aventuras las viví, ni más ni menos como ud. Lo describe en mi barrio Manrique La Salle. No sabía que vivía tan feliz, comparado con niñez y juventud de hoy.

  3. Excelente Hector, gracias gracias por evocar tan lindos recuerdos, a mi me toco personalmente lo del televisor cuando vivíamos en el barrio Kennedy que le pagábamos a una señora 5 centavos y cuando la vieja se cansaba de la bulla de todos los culicagaditos soltaba un perro que más de una vez me mordió, ya tu sabes porque, pero a pesar de eso recuerdo mi infancia con mucho amor y gratitud con nuestras mamás que fueron unas berracas para sacarnos adelante.

  4. Juegos de manga, de potrero, de la verdadera calle donde lo único que nos ataba era el tiempo por tener que llegar a casa bien temprano.
    Una vida silvestre de sol a sol.
    Afortunados nosotros los de ayer.
    Desafortunados los de hoy, presos de la modernidad y la virtualidad.

  5. Excelente descripción cronológica de la historia de la televisión en Colombia. Con narrativa metafórica mostraste de una forma clara y divertida la diferencia de aquellas épocas añoradas de nuestra niñez con la época actual. Se nos facilita comprender ya que vivimos ambas épocas(sin tecnología, con tecnología). MUY BIEN.

    Además de esos fuegos, recuerdo el «TUMBIS», se pactaba con el compañero con fuerte apretón de manos mediante la frase : «Mariquita, mariquita lo que se tumba no se quita». Me cogían desprevenido, daba papaya, se me olvidaba el pacto con el tiempo y con un fuerte manotazo me lanzaban al suelo todas las bolas o canicas mientras las contaba y se la llevaba mi amigo, pues no tenía derecho a recogerlas del suelo según las reglas del fuego. Daba vuelta y lloraba de la putería.

    1. Excelente descripción cronológica de la historia de la televisión en Colombia. Con narrativa metafórica mostraste de una forma clara y divertida la diferencia de aquellas épocas añoradas de nuestra niñez con la época actual. Se nos facilita comprender ya que vivimos ambas épocas(sin tecnología, con tecnología). MUY BIEN.

      Además de esos juegos, recuerdo el «TUMBIS», se pactaba con el compañero con fuerte apretón de manos mediante la frase : «Mariquita, mariquita lo que se tumba no se quita». Me cogían desprevenido, daba papaya, se me olvidaba el pacto con el tiempo y con un fuerte manotazo me lanzaban al suelo todas las bolas o canicas mientras las contaba y se la llevaba mi amigo, pues no tenía derecho a recogerlas del suelo según las reglas del juego. Daba vuelta y lloraba de la putería.

      Nota: Se repitió para corregir la palabra fuego, mal escrita, la correcta es juego

  6. » En esta crónica me sentí el personaje principal de la misma , en Niquia el dueño del televisor se llamaba Don Otilio y cuando le daba la gana decía su hija mayor : Niños el TV esta muy caliente y hay que apagarlo , ninguno decíamos nada , sólo nos íbamos , hoy le diríamos vieja hp ,ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,….. Que nota de crónica profesor … Ha ! la verdad que si éramos felices en medio de tanta necesidades. Ser Feliz es tan facil , solo es decidirlo «

  7. Muy buen artículo, nos transporta al pasado de una manera exquisita, que me hace dar gracias por pertenecer a una generación que nos ha tocado los cambios mas trascendentales, esa caja de imágenes y sonidos cambio el mundo; servía para distraer, educar o Castigar (no ve más televisión).
    Gracias Héctor

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