El olor de lo que no olí

El Morro de Moravia

Después de ser echados por la guerra – la que siempre nos expulsa – llegan en 1959 con todo roto. Allí se remiendan con tablas, plásticos, y clavos, muy lejos de sus raíces rurales.  Cuarenta y tres hectáreas fueron suficientes para tejer, de nuevo, sus ilusiones dentro de sus precarias viviendas, hasta que, a Guillermo Hincapié Orozco, alcalde de Medellín, en 1977  se le ocurrió, que, ahí, precisamente, ahí, en siete de esas hectáreas quedaría el basurero de la ciudad; invitando así la llegada de nuevos moradores que se dedicarían al reciclaje para sobrevivir sobre la intemperie de dos décadas inciertas.

Y fue ese sitio, que de tanto recibir la ansiedad consumista de los que tienen con qué comprar para botar, en 1983 creció tanto que treinta metros de altura aplastaron su millón y media de toneladas pestilentes. La basura se convirtió en paisaje citadino dándole la espalda a quienes le escarbaban su miseria; pero hoy, el mismo Morro está sembrado de vida por su colorido vegetal que huele a ilusión al ser el vivero de ocho mil plantas ornamentales como Orquídeas, Lirios, Bifloras, Catleyas, Gladiolos, Bromelias, y Suculentas. Inimaginable (para mí) lo que veo, pues, en 1982, como primíparo estudiante universitario, un profe de sociología (de acento guajiro) nos invitó en su clase a vivir la otra Medellín (la que ocultan los gobernantes) y con mis compañeros de aula subimos hasta la vergonzosa montaña para presenciar la tragedia que borra la historia de cualquier persona. Esa mañana de un soleado sábado de marzo, vimos a docenas de niños que en compañía de sus familias, le disputaban a los gallinazos, perros y ratas, el muslo de un pollo mordisqueado, que una de las casas, de la otra ciudad (la que exhiben los que gobiernan) botaba porque no tenía hambre:  esa experiencia de pocas horas me invitó a escribir esta crónica –  treinta y nueve años después –  con el olor de lo que no olí, ese día.

Enero 1 de 2021

pensamientos de 12 \"EL OLOR DE LO QUE NO OLÍ\"

  1. El padre Vicente Mejía, rebelde y cuestionador del sistema, fue uno de los forjadores del barrio Moravia. Después, al sector lo jodieron con el basurero (cuánto humo, contaminaciones varias, hedores , sentíamos desde la U. de A. en aquellos años. Una vez, hice un reportaje de fin de año en Moravia, y me reuní con muchos niños. Les pregunté si sabían lo que era un cuento, y ninguno sabía. Nunca les habían contado un cuento. Entonces les conté uno, que ya no acuerdo, o quizá lo inventé sobre la marcha. Creo que hoy tiene otra vez muchos líos ese sector (que, por lo demás, es uno de los de mejor infraestructura y situación estratégica de la ciudad). Gracias por recordar a Moravia y el día en que la visitaste.

  2. Héctor veo frecuentemente al profe de sociología en calasanz lo he saludado ya está con sus años y sus achaques caminando muy lentamente por la 80 en compañía de una familiar.

  3. Impresionante transformación, de basurero pestilente al jardín más grande. Obra impulsada creo, por habitantes emprendedores del barrio Moravia. Tengo que subir al morro jardín para apreciar la ciudad en toda su extensión.

  4. El basurero municipal, así sin eufemismos, sin ocultar la verdadera cara de la miseria de la «tacita de plata», allí donde para calmar el hambre se recogían los huesos de cualquier tipo para tener la sopa del. Símbolo de la resistencia de los nadies. Extraño que llegaba al morro de Moravia era visto cual extraterrestre. Moravia, mil veces diagnosticado por sociólogos, economistas, políticos y hasta pichones de maestros. Moravia, laboratorio del desdén, del olvido, de la exploración.

  5. “ Profesor Barrientos , me gustaría vivir de nuevo esa experiencia para recorrerla y reconocerla después de 39 años , recuerdo perfectamente ese tránsito que se hizo por ese pedazo de ciudad que nos negamos ver y reconocer “

Responder a Reinaldo Spitaletta Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *