De día

Y de noche

Un caminito se convirtió en la primera calle que tuvo Medellín, al ser esta la ruta obligada hacia Santa fe de Antioquia y Rionegro, pero un parásito, perdón, el rey de España dijo, es mío, robado y todo, pero es mío; bueno, no lo dijo, pero lo digo porque la historia que nos han contado tiene filtros para evitar que sepamos con certeza qué pasó con lo que no nos cuentan. El tipo un papelito firmó, y Calle Real la llamó. Dicen que por acá nació Atanasio y otros que el olvido olvidó. De calle Real pasó a ser Boyacá para recordar el amor por las batallas que algunos abrazan, y después los políticos (como siempre los políticos con sus “desinteresadas” decisiones) dijeron que no, rebautizándola 51 en 1934. Hoy, donde se encuentran pequeños locales comerciales vivía la gente caché de tiempos idos, quienes construyeron El Constain (la primera casa de dos pisos de esta ciudad) y el Olano en 1922, (donde funcionó el primer ascensor de la urbe) Hasta un banco gringo tuvo su sede, el de New York, cuando aún no tenía pavimento. Los once renglones y medio, que acabas de leer, te invitan a caminar la actual incertidumbre del asfaltado caos.

En la noche encuentras en la soledad del miedo a uno que otro borrachito dando papaya, al pillito buscando a quién decirle; “¡quieto!, gonorrea”, y al indigente durmiendo su abandono.

En el día, entre vendedores ambulantes el comercio formal ni respira.  En doce cuadras de mercado (de san Benito a Junín) se exhiben a la vez: mango biche, pomada para el reuma, borojó licuado, tenis clonados, libros chiviados, porno en cd, indiscretas damas, alguien regateándoles, tres iglesias católicas, otra que no lo es, perfume que se esfuma, relojes desparchados, despecho en bafle, enchufes pa’l reguetón, “ponéme a Darío, ¡ese no! Nadie es eterno”, exige un borracho, celulares pa’ reportados, sospechoso  salpicón, resortes pa’las sabanas, empapadas empanadas, “¿qué busca mi rey?” preguntan mientras del brazo te agarran, afanosos moteles, camisetas del otro lado, “¿dónde está la bolita?” indaga el tumbador, san Buenaventura viendo arreglar sillas garetas, “la Pilsen bien fría” una voz reclama, telas que destiñen, “¿tenés condones?” se oye  en la farmacia, una escuela sindical, la iracunda suela porque un perro poposió, todo a cinco mil, lámparas que no se apagan, “ahí, sí, ahí  te fían porque en vos confían”, vuelven a decir,  el mural de Pedro Nel que nadie ve donde quedaba el Banco Popular, arriba la estación central, el edificio donde Anita (en el 68) fue noticia. En esa esquina, al ladito de Flamingo, se instaló el primer ascensor de Medellín, y, en 1964 el ensanche se lo llevó, señala un arrugado dedo, un curita arroja bendiciones y el indigente las recicla, “en la Cascada lo consigue” o “calentao a ocho mil”, se vuelve a escuchar, un resbalón la traba le quitó, pues pisó el popó que la suela hijueputió. “¡Errrda!”, exclama quien cayó. Desandando la histeria entiendo que el cambio a quien no cambia, lo cambia. Me detengo en el bar esquinero, y mientras meo (¿creíste que iba a beber?) escucho la queja de quienes nada venden. “No he bajado bandera, papi. Tanto rebusque nos asfixia”.

Abril 10 de 2024

pensamientos de 6 \"DE DÍA\"

  1. Un recorrido minucioso por lo que hemos recorrido en otro tiempo quienes rondamos esas vías y esos lugares, solos o acompañados , ebrios o sobrios , sonando timbres y corriendo como se hacía en ese tiempo y que se podía .
    Gracias por volvernos a la memoria lugares , personajes y momentos que hacen parte de nuestra vida.

  2. “ Gran recorrido , gran remembranza de nuestro agitado centro de Medellín, que aún sigue agitado , y cada vez más acelerado ; pero que no deja de tener su encanto “

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