¿CUÁNDO BAJAMOS A VERLO?

El Alumbrado Navideño

 

(Antes que un bichito invisible nos distanciara porque vos y yo, si nos acercábamos, ¡nos apagaba!)

Cuando el siglo veinte comenzaba a mostrar sus canas, por allá en 1955, con unos cuantos focos, la anémica luz colgaba de los árboles y fachadas, de la avenida La Playa, de Junín, del parque de Berrio, y del parque de Bolívar – en el ombligo del Centro – por iniciativa de unos cuantos comerciantes, de unos cuantos empleados de la alcaldía, y de unos cuantos periodistas de la tímida urbe. Así se daba inició al Alumbrado Navideño con la intención de vestir diferente a la ciudad, e invitar a sus habitantes, a desandar su afán para que disfrutaran sus calles sin la prisa rutinaria. En ese entonces los vendedores ambulantes no eran tantos, y, el mamaá, mamaá, de Frank, (un pelao que se rebusca con el pitico que atrapa sonrisas seduciendo a quienes reinventan su alegría mientras degustan los
chorros de luces festivas) no existía en aquel lejano año.

Luego, en 1967, EPM – la empresa pública que permitía el acceso a los escasos teléfonos, (actualmente ese servicio es ofrecido por operadores privados) al agua no tan potable, y, a la adolescente energía eléctrica de los hogares de aquella época; diseñaría la magia que, aún, atrapa a la multitud de carcajadas que no recuerdan – por un ratico – las facturas no pagadas.

Chuzos, chunchurria, mango biche, arepa de chócolo, arepa e´ huevo, arepa light, arepa gorda, arepa pupi – invita a comprar un ronquido sin definir – mazorca, cerveza michelada, cerveza en lata, cripeta – sin s – torta e´ traba pa´ dejar de fumar – grita vendiendo una voz aflautada – guaro, guarapo, borojó raspao, carne de búfalo, sombreros con lucecitas, diademas con cachos, caricaturistas que inflan egos, gafas que maman gallo, músicos que atrapan bailarines que brincan, muñecas tangueras, o la foto pa’l recuerdo, anuncia con la cámara en su cuello, don Chucho, quien se quedó sin empleo porque su empresa quebró. Este salpicón de venteros forma parte del paisaje fiestero.

En 1992, cuando el siglo veinte ya era viejo, el Alumbrado no tuvo focos, pero sí, antorchas, las cuales acompañaban las figuras hechas en papel brillante, recordando la necesidad de ahorrar energía eléctrica debido al apagón que
padeció el país, ya que las represas se secaron. En 1993 el Rio Medellín se integró a esta ruta rumbera.

Todos nos parchamos – alguna vez – en combo hasta crear una procesión sonriente, disfrutando del olor y sabor de este carnaval luminoso. Caminar era un verbo inexistente porque un hombro empujaba la nuca de adelante, la punta de un zapato sacaba el talón de otro: hasta doña Raquelita exhibía su morado cabello sobre la silla de ruedas que empujaba su nieto, quien llegó de la USA a comerse la felicidad con tanta gente; no, no era el nieto quien la empujaba, al nieto lo movía la quietud de Yuli y May, un par de noviecitos, que ganosos, aprovecharon la lentitud del tumulto para alimentar sus fogosos besos, y, mientras los de adelante compartían bacterias, a sus espaldas, el grupo de amigos de la U compartían la botella de ron que muy pronto sus gargantas desocupaban, sin pararle bolas – sus risotadas evocando añejas travesuras no se los permitía – a la temática de las diferentes figuras que adornaban el tour.

En vitrina que nos regala el tiempo que los deberes niega, se convirtió el Alumbrado de medallo, le dice la monjita al cura, de otra parroquia, mientras le comparte un trocito de oblea sin arequipe porque las hostias, aquí, a paso de
moroso deudor, hasta los pecados olvida.

A pesar de la Acción de Tutela interpuesta en los noventas, por los vecinos del parque de Bolívar – la misma que prohibió instalar la algarabía nocturna que tanto colorido provoca – un indigente, sobre una de las bancas, imagina los pasos de la multitud mientras una lágrima asfixia su alma.

Cuando el Alumbrado fue encerrado en el parque Norte – nororiente – porque un alcalde lo decretó, la sensación no era la misma al amarrarse la espontaneidad vivida en las calles. Es que ya no huele igual, dice una robusta mujer mientras ofrece su corazón en forma de globo.

Sin preguntarnos, todo no lo cambian: el siete, del mes doce, con ansiedad esperábamos que nos prendieran la alegría, pero, ahora, en cualquier día de la penúltima fecha, derriten esa espera para alargarnos el fin de año: “desde
noviembre se siente que viene diciembre”, pregona la emisora de música tropical, agendando, así, a sus oyentes con anticipación.

Una ruidosa carcajada expulsa este 2020, al ver a alguien exhibir su tapabocas con parpadeantes lucecitas, ocultando, así, el olor a veinticuatro, que, en estos Alumbrados, unos cuantos huelen, de lejitos, como si hubiesen visto al diablo como protagonista de la fiesta.

Noviembre 30 de 2020

pensamientos de 10 \"¿CUÁNDO BAJAMOS A VERLO?\"

  1. Gracias mi gran amigo por recordarnos el inicio del alumbrado navideño,el mismo que no verán muchos de nuestros conocidos ,pues la pandemia se los llevó antes de regodearse con los del 2020
    Por eso a salir con la prudencia que hace verdaderos sabios y a deslumbrarse con los que todavía quedamos en pie.
    Espero ver muchos más alumbrados y a esperar tu próxima crónica.

    1. Gracias, Horacio, por tus leales palabras nacidas de tu alma lectora y pedagógica. gracias por tu generosidad conceptual al esperar la próxima crónica, que la escribiré para seguir soñando, Así huele Medellín.

  2. » Que oportuna crónica , que invita a la nostalgia del Medellin que quisiéramos,ver siempre con luces de prosperidad , transparencia y brillando en el firmamento de la no violencia …. , lleno pero de luces de esperanza e ilusión por un futuro sin pandemia espiritual , que es peor que la que estamos viviendo actualmente.. Esas luces profesor,me emocionan «…. En buena hora…

  3. En este 2024 extraño que la avenida la playa haya dejado de ser la protagonista principal de los alumbrados navideños. Toda esa descripción de actividad familiar y comercial de la crónica, la viví en la avenida la playa. Son magníficos los alumbrados navideños en Medallo, especialmente el de este año. Buena y oportuna crónica.

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