Ciento dos años antes

¡Lo mismo pero diferente!

Un escandaloso ¡Achis! fue la advertencia para la Medellín sin atracos, sin wifi, sin agua potable, sin tenis, sin vacunas. Este estornudo transformó en fiebre el veraniego clima de esta capital cuando apenas era un pueblo adolescente. Y todo sucedió porque un microscópico enemigo en 1918 a Cartagena sin visa arribó, y viajó, y viajó tantos kilómetros – como los patos silvestres – que hasta la estación del tren (en lo que hoy es La Alpujarra) en octubre de ese año llegó. Así que la pequeña urbe de 79.146 habitantes se contagió de una inesperada enfermedad originada en Kansas (Estados Unidos) que de pánico y paranoia a todos contagió.

Hasta la Placita de Flórez del barrio Boston transformó en centro de salud. Allí aplazaron la venta de cebollas, geranios, guamas, gladíolos o aguacates para atender gente asfixiada.  Y como el oxígeno sólo llegó a esta capital en la década posterior; 56 de los 18.088 infectados fallecieron en los 87.600 minutos que duró esta pandemia: al igual que con la covid en el 2020, de la gripe española – ¿por qué la llamarían así, si fue en Estados Unidos donde se incubó? – nada de nada sabían, descubriendo muchísimo después, que la influenza aviar fue la causante de esta crisis de salubridad,  y no el murciélago ojirazgado que nos quebró la burbuja que habíamos creado para mentirle a nuestra vulnerabilidad actual.

Ciento dos años antes (en la misma ciudad que ciento dos años después padece otros virus) se olía desesperanza cuando la respiración se ahogaba con la boca tapada y el alma desgastada, mientras inhalaban eucalipto y alcohol mezclado en mentol, de un frasquito que siempre llevaban (como lo hacemos hoy) que hasta para mear nos acompaña.

Abril 6 de 2021