“¡AMÁ! MIRÁ A ESAS SEÑORAS

La Esquina de las Mujeres

(Antes que un alcalde reemplazara la placa informativa que había puesto otro alcalde,  y muchísimo antes… ¡que se nos olvide que existen!)

Mientras muchos de los habitantes del vecindario alimentan su optimismo de regresar con el trabajo sanador, para expulsar el hechizo del desempleo – creen ellos – desde adentro, de la rodante caja de latas,  resortes y traquidos –  que con su fantasmal velocidad pone en toque de queda al barrio de calles con caries y saludos agotados –  se escucha la asustadiza exclamación: “¡amá, mirá a esas señoras mochas!”.

La carita en recreo, del  niño de dos  años, que desde la ventanilla del bus que lo lleva –  junto a su madre – hacia Aranjuez – su barrio – opina en torno a los trece  bustos de mujeres ancladas a la atmósfera de esta ciudad, en esta Esquina, aunque, en muchas cuadras de la misma, de cables cruzados y tenis desechados, colgados sobre su cielo, se niega la  presencia de la vida cuando los golpes masculinos de la exclusión, propinados a otras mujeres,  ofenden a  Dabeiba,  a Agrazaba; a las tres Marías, a Simona, a Blanca, a Jesusita, a Débora, a Luz, a Benedikta, a Luzmila,  y, a Rosita, quienes defendieron su dignidad en nombre de la dignidad de todos – incluyendo los machos alfa, que sólo saben dar golpes –

Y,  como deletreando al niño – pasajero de la inocencia – por esta Esquina,  donde se juntan,  la calle  Setenta y Tres  con  la carrera Cincuenta y Uno – Bolívar –  del nororiente de Medellín, detrás del Jardín Botánico,  y diagonal a los tres,  o cuatro, o cinco moteles – la cantidad no importa cuando las ganas mueve a quien las padece – que esconden la excitación que dejan esas ganas clandestinas; pasan los pies guardados en la historia que sí tiene la historia, con historia.

Pasan los que alguna vez fueron un par de chanclas,   que desprotegen  a un habitante de la nada, quien en la calle encuentra como alma cercana, al hambre, la traba y el miedo de la incierta madrugada. Pasan los callos del vendedor de escobas, quien de tanto desandar gritando,  no siente los mordiscos del asfalto. Pasa el lento hombrecito encorvado –  a quien en casa le dicen abuelo –  embutido en unos zapatos que ayudan a amortiguar, su viejo temblor, de luchas abandonadas.

Ella y él, imaginan estrenar lo que no ha pasado todavía –  ¡Ah!, y no pasan  porque se hallan sentados,  –  en la extensa banca de cemento, detrás de los bustos de las mujeres –  en donde se escarban, se investigan, se redescubren, sin timidez alguna, los labios agrietados por tanta espera; importándoles  un culo –  mientras se lo acarician – la presencia de los pocos que pasan,  como si hubiesen fracturado la noción de moral.

Pasa la pequeña sobrina, que entre afanes y risas, se le suelta a la tía gritona,  para entretener  su deseo  de brincar,  y brincar, con la intención de tocar, con la punta de los dedos –  que no alcanzan –  las bocas exhibidas. “Vení, culicagada, que te ve un policía,  y te regaña”. Grita desesperado, el grito de la tía. La niña, ignorando la pataleta adulta, continúa su tarea recreativa, mientras cuenta sus fracasados intentos por llevar su diminuta mano hasta lo más alto de los bustos: “uno, dos, tres, cinco, ocho, cuatro…tres, uno”. Conteo sin lógica, que sí tiene orden,  en su imaginario creativo.

Pasan cuatro pies, levitando sobre sus zapatos, los cuales arrastran el abrazo, que un matrimonio –  recién estrenado –  se da, mientras  sueñan el nacimiento de quién,  también se ganará sus abrazos, cuando esté presente.

Pasa sin dinero, pero con su propio vuelo, un hombre alto, muy alto, de acento liviano. Sus arrastraderas delatan sus uñas mochileras. Mientras el clic de su celular capta a las trece mujeres, la imagen también captura al pájaro que sobre la cabeza de la Cacica Dabeiba, aterrizó, buscando descansar, en la esencia pacificadora de ésta valiente dama.

En la esquina de la Esquina,  sobre una base de cemento,  se halla la escultura de tres mujeres dando la bienvenida. En actitud rebelde y de reclamo –  quiénes de pie, una tras otra,  y con sus brazos en alto –  reivindican la participación y dignidad femenina a través del  mensaje que levanta, por encima de  su cabeza,   la primera de ellas, vestida de  verde,  y en el  cual se lee: “ VAMOS A VOTAR! BUSCAMOS LA IGUALDAD!”. La segunda mujer,  con traje rojo que dibuja sus líneas corporales, guantes blancos y sombrero negro, sin sumisión alguna, también exige,  y  la tercera,  con vestido azul,  faja blanca amarrada a su cintura y gorro blanco, lleva la bandera con sus brazos en alto, ondeándola hacia su espalda: sus manos se atan al palo que la sostiene,  apareciendo nítida la  franja roja sobre  la azul y la amarilla, como si la inversión de colores fuese la voz de la denuncia, reclamando igualdad,  con sus gestos pasionales.

Adherida a la base de cemento una placa metálica – la que cambió un alcalde para negar la existencia de otro alcalde –  explica el contenido de la escultura.

Obra: “HACIA LA IGUALDAD”

En conmemoración de los 50 años del voto femenino en Colombia 1957 – 2007

Escultora: Olga Inés Arango Posada

ESQUINA DE LAS MUJERES

Alonso Salazar Jaramillo

Octubre 7 de 2011

Ante el frenazo repentino, las llantas de otro bus protestan mientras  el aire es teñido con el humo contamínate de ambos. Y, ni así, ningún pie se detiene a explorar la historia que aquí se cuenta.  Como todo pasa, ni siquiera los ojos que orientan a esos pies,  se niegan a escarbar el contenido de las placas que resumen sus vidas, las cuales – las placas –  también  permanecen mudas ante la indiferencia citadina. Parece que Camilo; el niño que tras la ventanilla del bus que lo llevaba con su madre –  de regreso a casa –  después de cancelarles la cita médica en la en la EPS, sí, las mismas que nos niegan el derecho a enfermarnos porque para sus dueños no somos pacientes sino clientes; es el único que ve que la  Esquina contiene algo raro: unas señoras que permanecen allí, “mochas”, – cada una – sobre un pequeño obelisco de cemento.

El niño cuando llega con su madre a su hogar de carencias, el cual se halla clavado de una de las empinadas calles de la Comuna Cuatro,  corre en busca del cuaderno que tiene debajo del colchón de su cama. En él su imaginación expresa con mamarrachos la parte del cuerpo que no les vio a las trece mujeres, en la Esquina de las Esculturas, nombrada, así, como reconocimiento a la inteligencia y coraje  de mujeres, muy, pero muy  tesas,  que se atrevieron a pensar un mundo distinto al de la exclusión o la discriminación. Con suspicacia  le pregunta a Lola,  su joven madre, mientras le enseña una arrugada hoja que arrancó del cuaderno: “¿cielto, qué me quedalon lindas?  La muchacha le dibuja un beso en la mejilla tatuándole sus labios con color amor,  al ver las rayas cruzadas sobre el papel. “Sí,  mi niño, te quedaron hermosas”.

En definitiva,  nadie se detiene a reclamar esta Esquina como suya, aunque las mujeres creadoras de propuestas permanecen aquí para invitar  a pensar sus vivencias, en torno a lo que se debe hacer cuando algo anda mal. ¿Será éste  el  por qué aceptamos que las EPS no nos atiendan?

Desde el año 2007, El Municipio de Medellín, hace – con los bustos, y posteriormente, con la escultura de las tres mujeres – el reconocimiento, merecidísimo, a ellas, y otras mujeres, que sin homenajes, son parteras de la esperanza – como la mamá de Camilo –   el niño que iba en el bus para su casa, quién, a pesar de su adolescente responsabilidad , vende empanadas  en una improvisada mesa todos los fines de semana, en la otra esquina de su cuadra, para sostener  a su madre,   a su observador hijo,  y,  a ella misma.

Ellas: las Cacicas Dabeiba y Agrazaba; María Centeno, Simona Duque, María Martínez de Nisser, María Cano, Blanca Isaza de Jaramillo Meza, Jesusita Vallejo de Mora Vásquez, Débora Arango Pérez, Luz Castro de Gutiérrez, Benedikta Zur Nieden de Echavarría, Luzmila Acosta de Ochoa y Rosita Turizo de Trujillo, representan a todas las mujeres que se niegan a renunciar a no tener derechos. Por esa razón histórica, es cátedra ejemplarizante, lo hecho por cada una. Adheridas a las bases de concreto,  donde permanecen los bustos, se encuentran las placas que sintetizan trece vidas al servicio de todas las vidas.

La Cacica Dabeiba, fue  defensora de la tierra y pacificadora en su cultura Catía. La Cacica Agrazaba, luchó contra la humillación española  de su ancestro Catío. María Centeno –  en la época de la colonia –   fue la primera mujer que en compañía de sus esclavos,  explotó el oro de las minas del municipio de Buriticá, localizado al occidente de Antioquia. Simona Duque, entregó sus siete hijos a la causa de la independencia de España.  María Martínez,  o “la Dama soldado”, participó en la batalla de Salamina, durante la independencia de España –  en el siglo diecienueve –  entre los años 1840 y 1841. Su diario sobre la guerra le llevó a ser considerada como la primera escritora de esta centuria. María Cano, o “la Flor del Trabajo”, reivindicó los derechos de los trabajadores a finales de los años veinte del siglo veinte.  Blanca Isaza de Jaramillo, poetisa del siglo diecinueve. Jesusita Vallejo y Devora Arango, pintoras vanguardistas del siglo veinte. Luz Castro de Gutiérrez y Benedikta Zur Nieden de Echavarría,  fueron benefactoras de centros de salud, de la clínica de maternidad de la ciudad, de colegios y bibliotecas. Luzmila Acosta de Ochoa,  fue la primera mujer siquiatra de adultos en Antioquia. Rosita Turizo de Trujillo, abogada que lideró, con otras diecinueve mujeres, el voto femenino en el país,  en 1957.

A pesar de la soledad del lugar –  ya que todos pasan sobre su adoquinado suelo –  nadie se queda. No, mentiras, quienes se santiguan y rezan – que no son pocos –  esperanzados se arrodillan ante la imagen de yeso de la Virgen del Carmen, que a un lado de la Esquina – cerca al bosquecito de bambú – permanece protegida en una oblicua vitrina,  y por un largo rato la acompañan. En la parte inferior de la gruta de vidrio,  muchas placas testimonian los favores recibidos por parte de los creyentes del ritual.  Sí vos me preguntás, ¿quién instaló – allí – dicha imagen?, te responderé: fue alguien que  cree en lo que cree, y,  los demás, le siguieron su creencia.  ¡Y, punto!

No, no, no, no…en esto de hablar de religión, fútbol o política, todos tenemos la razón. Esta  imagen – ideal –  tiene más visitantes que los bustos de las mujeres – reales – que se esforzaron en vida por reivindicar la dignidad de acá, y,   no, la del más allá.

En la Esquina de las Mujeres se percibe el olor de la rebeldía femenina, la misma que logró, que el machismo gubernamental, les entregara la cedula de ciudadanía, reconociéndoles el derecho de ser ciudadanas. A la primera señora que se le otorgó este documento,  fue a la Primera Dama –  así la  llaman los mismos de siempre, los mismos que escriben la historia que ellos ganan desapareciendo los derechos ajenos –  la esposa del dictador Gustavo Rojas Pinilla – Carola Correa – el 25 de mayo de 1956, asignándole el número 20.000.001.

¿Será que vos te animás a detenerte un ratico, aquí,  en este pedacito de suelo?,  ¿Cómo que para qué? Sin braviarme, pues, mijito, ¡ve, a éste!, y no me abrás los ojos que no te los voy a masajear.  Pues, para que comencés a valorar la ausencia de resignación –  de todas las mujeres – ¡incluyendo a tu mamá!

pensamientos de 8 \"“¡AMÁ!, MIRÁ A ESAS SEÑORAS\"

  1. Otro chapuzón de cultura para quienes alguna vez pasamos por allí y no leímos tantas historias que caben en cada uno de las esculturas de mujeres que sacaron la cara por nuestra región, incluso a costa de su vida o su honra , muchas de ellas.
    Gracias amigo.

  2. Que lindo homenaje a estas grandes mujeres luchadoras , trabajadoras y que reivindicaron lo que tácitamente les había arrebatado la historia.
    Homenaje más que merecido mi queridísimo profesor Barrientos …..Solo una pregunta : Porque no se resaltó la labor de La Santa Madre Laura Montoya , y toda su obra hecha por la inmensa la geografía del occidente de Antioquia?
    Excelente crónica profesor , esperamos la próxima .
    Fuerte abrazo para todos,

  3. La Esquina de las Mujeres, debería ser el espacio -aula abierta- donde los profes responsables de promover los valores cívicos y sociales, compartan con los pela’os las ideas sobre las luchas por la libertad, que las mujeres de nuestra tierra han sembrado en esta Antioquia, que de «libertaria», pocón pocón.

    1. Así es Miguel. Ahí está esa posibilidad y la escuela no la utiliza porque es más importante encerrar la libertad – para la norma escolar – que permitir pensar la realidad. Gracias, mijo, por leerla.

  4. Hola Hector,
    Que buen escrito, me gusto bastante, me traslado a las calles de Medallo y me dejo con una pregunta…
    Sera que en algun momento encontraremos una escultura similar a el de las mujeres y tendremos una obra que conmemore el momento en que Medellin tuvo la posibilidad de votar a conciencia por un dirigente que busco nuestro bien comun por encima de su bienestar personnalisé y el de Los suyos?
    Sebastian Sanchez

    1. Sebas. Muchas gracias por tus palabras y, en esta ciudad, sí que hace falta esa conmemoración que marcó un hito en nuestra historia participativa. te espero en las próximas, con tus valiosos comentarios. Un abrazo a los cuatro.

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