“Ama la tierra en que naciste”

El Parque Juanes de la Paz

(Muchísimo antes del concierto –  en la frontera con Venezuela –  el mismo que muchos no escuchamos porque se apagó el sonido. ¿Lo recuerdan?)

Al noroccidente de la ciudad, entre el ruido de todos los ruidos, un largo hilo de tejido verde con adoquín ajedrezado, invita a desestresar el agite de la urbe desde el 23 de diciembre del año 2007

En medio de la autopista Norte y la carrera Sesenta y Cinco, y entre las calles Ochenta y Nueve y Ciento Tres, se halla el Parque con nombre de cantautor: Juanes, o el mismísimo, Juan Esteban Aristizabal Vásquez. Ese hombre, nacido en 1972, que con su música pop dejó de ser Ekhimosis – banda de rock –  para ser lo que él quiso ser… el espejo de su interés por ser famoso y adinerado. De su rock pasado y pesado sólo quedó la queja de su guitarra.

Desde muy temprano  – hasta que se acuesta –  se ve la intención de sus visitantes: se ve a los muchachos que practican skate, a los niños y muchachas montando en sus bicicletas por la ciclo ruta diseñada para practicar el deporte que le resta contaminación al pedacito de ambiente que aún queda.

Gente trotando, caminado, conversando, y hasta una pareja setentona besando el amor de siempre en una de las bancas de sus bancas.  Algunos observan las empinadas calles de Castilla, barrio centenario – dónde se localizan las cuadras de la Comuna Cinco – la arqueada cúpula roja de la parroquia de San Judas Tadeo, patrimonio de la ciudad, y construida a finales de los años cuarenta del siglo veinte, y el morro del Picacho, vigilante del aire limpio del barrio Doce de Octubre.

Muchas palmeras creciendo, dos canchas de grama sintéticas, montones de piedras carbonizadas como si fuesen meteoritos, decoran la historia de quienes hasta aquí llegan para hacer los aeróbicos en grupo, no importa que la edad sea tan madura como la dificultad de doblar las piernas, tal cual, lo indica la profe guía.

Siete canchas de tenis en polvo de ladrillo, y una de microfútbol de grama sintética, de noche parecen alumbradas por la magia de un sol eléctrico, son el hogar de estos deportistas. Niños, jóvenes, adultos, viejos, y menos viejos, acuden allí para distraer sus rutinas.

Desde la cafetería se escucha la voz de las raquetas, que no silencian la voz del juez, diciendo, “treinta –  cero”.

Cerca se encuentra la oficina de la “Fundación mi sangre”, creada por Juanes, como lucha presente en contra de las minas antipersona, que a diario cercenan la alegría de muchos compatriotas, en el suelo de nuestra sicopatía.

Unos niños, con sus padres, elevan sus coloridas cometas. “Suéltele, suéltele pita”, se escucha mientras les ponen alas a los sueños como queriendo alcanzar al grupo de gallinazos que sobre los aviones de papel vuelan en círculo.

A la ludoteca acuden los niños de preescolar con sus maestras. Su inocencia se llena de color cuando imaginan un país sin guerra, sin hambre, sin corrupción, mientras sin cansancio juegan.

Después que cada usuario camina sus senderos peatonales comprende que todo aquí huele a respeto, ante tanto irrespeto.

 

pensamientos de 6 \"AMA LA TIERRA EN QUE NACISTE\"

  1. «Nos han quitado tanto, que perdimos el temor», reza el grafiti sobre la columna de cemento -ver foto-.
    Tal vez se trata de amortiguar un poco ese temor que tenemos, desdoblando nuestras esencias a través del ejercicio y el sudor que expulsamos, como otra manifestación de rabia contra tanta impotencia.
    Amigo lector, vaya al parque y sude un rato.

  2. Una crónica con cierto sarcasmo como las anteriores,pero llena de mucho realismo.
    Un texto salido de la pluma de quien conoce cómo huele cada rincón de nuestra ciudad.
    Un parque con un nombre sonoro y que algún personaje siniestro de nuestra tierra quiere que se quede solo en eso » paz», porque a él le suena mejor su contrario: la guerra y todo porque su familia no entra de frente en ella.

  3. » Como siempre el profesor Barrientos ,nos recrea con su pluma y nos acerca más al olor de asfalto que alguna vez caminamos y que se niega a desaparecer de nuestro caminar , aunque lo quisiéramos a veces pasar desapercibido.Esta crónica me llevó a una tienda que muchas veces disfrute en El Barrio Castilla en medio de un grupo de amigos y degustándo una buena » Pilsen » helada y hablando puras g…….s»
    En buena hora profesor!!!

    1. Rubencho. Buen viaje el que tuviste en tus recuerdos l leer esta crónica. Seguramente el sabor helado de la Pilsen te activa los recuerdos cuando la distancia es aun mayor desde la lejanía. Un abrazo, y te espero en la próxima.

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