En la U de A

“¡Oe!, en Barrientos nos vemos!”

Ese día conmemoraban, con una Asamblea estudiantil en el Camilo, el día del Estudiante Caído, para después marchar hacia la gobernación gritando su inconformismo. Esa efeméride convocó a la muchachada que iba y venía por la plazoleta central de la de Antioquia, su lugar de reunión antes o después de clase. En el teatro evocaron que un 7 de junio de 1929, la tropa mató a un estudiante de la Universidad Nacional de Bogotá (Gonzalo Bravo) por protestar contra la masacre de las Bananeras. Otro estudiante, en la fría capital, en 1954 fue víctima de esas mismas balas (Uriel Gutiérrez) quien reclamaba por la muerte de Bravo. Ese 8 de junio murieron 11 estudiantes cuando exigían por la muerte de Gutiérrez.

Por lo sucedido en Medellín, en esa fecha, fue bautizada la plazuela central de la U de A, sin bendición alguna, sin la autorización de nadie, porque era prohibido olvidar que fue un agente del DAS quien cobardemente sepultó los sueños de quien cursaba el cuarto semestre de economía: a mediodía del viernes 8 de junio de 1973, Luis Fernando atravesó la plazoleta con su parcero Gabriel Murillo, sin imaginar que en la puerta de acceso peatonal – sobre la avenida Regional con la calle Barranquilla – una endemoniada decisión policial acabaría con su vida. Sus compañeros recogieron el cuerpo y en una improvisada camilla fue llevado hasta el tercer piso del bloque 16 – donde funcionaba la rectoría – arengando el improvisado velorio que duró pocas horas. El dolor incendió el bloque administrativo, el ejercito ingresó, el alcalde decretó su cierre, el gobernador lo felicitó, y el rector se hizo el guevón porque en su oficina no estaba.

Las clases volvieron 18 días después. El 27 de junio los manifestantes regresaron para nombrar “su parche” con el apellido de Luis Fernando. Desde entonces se escucha, “¡oe!, en Barrientos nos vemos”, cuando se encuentran  los que se encuentran como aquel que degusta un tinto suicida, o la pelada que  perfuma con un cigarro su alma,  o quienes se acarician con la mirada,  o Raúl que cree en lo que no cree,  o el que escucha la voz del  desaparecido,  o quienes pintan de sepia  todas estas historias,  o el profe que se niega a jubilarse, o esos que van de afán sin ninguna prisa, o la que lee a Pizarnik sin abrir el libro, o el rockero que niega a Juanes, o los labios de la señora que saca copias suspirando un añejo beso.

Diciembre 22 de 2023

pensamientos de 16 \"\"

  1. “ Recordar , es vivir para no perpetuar nuestra mala memoria …. Una crónica muy sentida desde el corazón de nuestra alma mater”

  2. En un breve texto nos hiciste recorrer las carreras de la vida y las carreras con la policía atrás; làstima que no aprendemos y seguimos con los mismos gobernantes de siempre en esta ciudad que cree que progresa y lo único que vemos es decadencia.

  3. Una manera poética de recorrer los caminos que para muchos ya son de la utopía o del olvido. Una nostalgia que continúa tocando la sensibilidad de quienes fueron actores de ese dramático y trágico tiempo del horror.

Responder a Jaime León Gallego Gil Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *