¿Quién lo dijo?
Quien odia su propio odio
Dicen que las palabras abrazan, aman, empujan, olvidan, gritan, ríen, motivan, recuerdan, pero que también censuran, secuestran, torturan, exilan, desaparecen y matan. Alguien dijo en Medellín que había que “anular cerebros” porque los cerebros estudian, enseñan, piensan, sueñan, reclaman, inventan, construyen, opinan, y toleran las diferencias por distantes que sean.
- ¿Y quién lo dijo? Me preguntarás.
- Quien odia su propio odio. Te responderé.

Esas dos palabras las expresó quien consideraba que lo único valioso es el billete. Por eso la violencia es el negocio más estúpido que existe, al enriquecer a pocos y sepultar al resto. Nombrar a quien transpira odio es ponerle alma a quien no la tiene: los depredadores de la inteligencia. Nombrar a las víctimas (y no al victimario) es permitir que la memoria no olvide la barbarie que padeció la U de A en 1987, para que esa historia no se tenga que volver a escribir. Ese año la ciudad estaba gobernada por el miedo a reclamar justicia, a exigir democracia, a proteger la dignidad, a debatir ideas, a no ocultar la verdad, a defender la equidad. La metralla era la voz de quien disparaba su cobarde irracionalidad, jugando al dios que decide quién no debía seguir respirando, al considerar que el abecedario de las aulas era peligroso para sus intenciones de continuar acumulando billetes creando guerras. “Anular cerebros” se infiltró en la de Antioquia tomando tinto en “Tronquitos”, parchado en Gato Pardo, simulando leer en la biblioteca, o asistiendo a alguna cátedra sin matricularse. Y fue en la noche del lunes 3 de agosto, de ese año, en Villamil (pasando la calle Barranquilla) que el infame tableteo comenzó a elegir a quién asesinar, siendo el profesor de Antropología, Carlos López Bedoya (mientras charlaba en dicha heladería con sus estudiantes) el primero de l@s academic@s de su lista. El 17 de diciembre del 87, el profesor Luis Fernando Vélez Vélez fue el último sentenciado por el despreciable “anulador de cerebros”.
La valentía de estudiantes y profesor@s de la Universidad que creyó, cree y seguirá creyendo en el argumento de las ideas, es recordada en este modesto texto, al permanecer su presencia en el salón de clase, así sus cuerpos no ingresen al aula. Sus voces no fueron silenciadas porque al llamado a lista siguen respondiendo “¡presente!”. Rodrigo Guzmán, Marina Ramírez, Yawaldin Cardeño, Darío Garrido Ruíz, Francisco Gaviria, Edison Castaño, Pedro Luis Valencia Giraldo, Luis Felipe Vélez Herrera, Héctor Abad Gómez, y Leonardo Betancur Taborda no se han ido, sus pensamientos habitan en la memoria de quienes no les olvidamos.
25 de agosto de 2024
El año en el que empezó el asilo rural, la migración que nos llevaría por muchos años fuera de la ciudad, el exilio obligado.
Fercho. Gracias por estar presente.
Muchas vìctimas de las balas fantasmales que todavía coexisten con el miedo.
Horacio. De nuevo, gracias por estar aquí, como siempre.
Reminiscencia de una memoria histórica violenta que se debe mencionar para no repetirla.
Jaime. Gracias por leer y opinar esta crónica.
“ Gran homenaje a esas voces que aún siguen silenciando , pero que cada vez más escuchamos su eco pensando en que su sacrificio no haya sido en vano “
Rubencho. Como siempre, ahí, dentro del equilibrio. Te espero en la siguiente.