“Me voy de fiesta”

El Parque de la Floresta

(Antes, pero mucho antes, que fuese adoptado como sitio de peregrinaje por los extranjeros que viajan en sus vans por todo el mundo)

Desde muy temprano las voces ensordecedoras de las chicharras ocultan el cucurrutear del centenar de palomas que madrugan en búsqueda de su búsqueda, como en este momento lo hacen doña Lucila y misia Rocío, dos veteranas mujeres que siempre han vivido en la cuadra que queda en frente de este lugar de encuentro con el encuentro.

A pocos minutos de la estación Floresta del Metro, se halla el Parque que desde los años cuarenta, del siglo veinte, convoca a las gentes que habitan o visitan dicho sector. La Floresta era el sitio de ocio de la gente con mucho billete que venían a sus fincas a chicanear sus privilegios, y fue, en 1928, cuando se comenzaron a construir las primeras viviendas en un lugar que llamaron Circal.

¿Tendrá, este nombre que ver con ese tema de competición de egos cuando se tiene plata?

Sobre una bolsa plástica negra extendida en el suelo, un hombre canoso y de acento caribeño, exhibe pocos y pequeños juguetes plásticos. “Sólo pollos”, dice con la voz mordida por el desempleo, mientras arma la carrilera de un trencito barato, señuelo para los niños. Se refiere a los pollitos de cuerda coloridos. Tres niños se acercan y el hombre expresa: “a dos mil barritas”. Cuatro niños, empujados por sus madres, columpian sus alegrías mientras gritan con algarabía.

Una niña, de escasos diez años, y que – además –  ya trabaja, pasea por mil pesos en su auto de plástico a otra niña, que su trabajo es divertirse, sobre la acera que limita la calle del Parque. Mil pesos vale experimentar el goce de viajar en este domingo de todos.

Un niño con rostro indígena, un muchacho que con un poncho se seca el sudor y un señor de bozo hitleriano –  con manos encallecidas – montan el asombro de los niños a caballo. Dos mil pesos cuesta el breve recorrido por el asfalto de las vías cercanas. Una madre con acento pastuso, le pide al muchacho del poncho, que pare un momentico para tomarle una foto a su pequeña hija, que hoy de cumpleaños está.

A la sombra del árbol de mango, la pequeña fuente chorrea sin prisa sus lágrimas insensibles.   Ahí, cerquita, sobre unas escalitas que dan acceso al Obelisco que tiene asta pero no bandera, reposa un perro grande, amarillo, jadeante, con su familia adoptante. Lo que no sabe la mascota es que sobre una de las paredes de esta estructura de concreto se halla adherida una pequeña placa, borrosa, que nadie lee: “comité cívico la Florida. 1958”.

Nadie observa el colorido jardín que alberga la escultura del silleterito, quien carga el escudo de Antioquia en su espalda.

Así son los fragmentos de energía, en un sitio que la enciende, cuando hasta aquí llegan los silleteritos, desde 1988 –  en cada Feria de las Flores –  o cuando se realizan: El Festival del Porro, desde 1993, Las Noches de Boleros, el último viernes de cada mes, de Hip Hop, Rock, Rap o los encuentros de Bandas Marciales de Colombia, en la misma Feria de las Flores, desde el año 2001.

“Si, mija, ahora todo es más pequeño: los corazones, la solidaridad, la felicidad” afirma la ex maestra de escuela.

Un campanazo proveniente de la iglesia “La Inmaculada Concepción” – cuyo nombre fue adoptado durante su construcción en 1957, ya que, en los arenales de donde se sacaba el material (donde hoy funciona el aeropuerto Olaya Herrera) se encontraron la imagen de esta Virgen en cemento, y luego fue ubicada a las afueras de la parroquia – avisa la hora de la misa.

“Vamos, pues, mija”, le dice la una a la otra, mientras tanto, el enorme y viejo árbol esquinero, el mismo que en sus ramas crea laberintos, es encontrado por la cámara de una turista bogotana.

Las dos amigas jubiladas –  en plena misa recordarán –  que los árboles del Parque sirven de tejas cuando el sol a todos derrite, por eso, para ellas, todo aquí huele a conversación de carnaval, desde que el barrio dejó de ser finca vacacional.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

pensamientos de 10 \"ME VOY DE FIESTA\"

  1. Lástima que los parques en el futuro irán quedando inútiles para lo que verdaderamente sirven… y como ahora casi todos tienen WIFI gratis, los espacios serán utilizados como zonas de chateo y no como espacios de descanso y de convivencia.

  2. La Floresta todavía sigue siendo referente , especialmente deportivo, por los torneos que allí se hacen y los futbolistas que por allí campean en sus vacaciones.
    Un texto con menos melancolía que los anteriores, pero con fotografías de igual o mejor calidad que en las anteriores crónicas.
    Un maestro del recuerdo.
    Con mi respeto y aprecio.

  3. De la floresta me quedan recuerdos profundos, en la casafinca q vivía la abuela. Corredores inmensos q permitían ser puntos de encuentro con los hermanos. Ni que decir de los árboles de mango. Uno de ellos fue el protagonista de haberme partido la lengua. Al caerme de una rama muy alta.
    Gracias por recordar con tu historia, mis vivencias en la niñez.
    Saludos

    1. Margara. Que bacano que te halla gustado, y lo mejor, que los recuerdos de tu niñez sean parte de tu inventario. Te esperare en la próxima crónica.

  4. …”Cuatro niños, empujados por sus madres, columpian sus alegrías mientras gritan con algarabía.”
    Hermoso y vivaz lenguaje, nostalgia, y crítica severa contra la infame desigualdad….👏👏👏👏

    1. Gracias, Mario, por tu generoso concepto, vos siempre ahí, apoyando con tu lectura este intento por fotografiar con palabras nuestra ciudad. Te espero en la próxima cuadra.

  5. » Todos los parques de la ciudad , guardan dentro de sí un sin número de historias que se van tegiendo con el correr de los días , y el de » La Floresta «, ha sido un referente de la ciudad por lo que no podía brillar por su ausencia en estas crónicas mi profesor Barrientos «

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