Dos valientes

 Con sotana.

1963. El alcalde Darío Moreno Restrepo (papá de doña Lina) ordena tumbar los tugurios que bordeaban la carrilera (por la actual Alpujarra) porque afeaban su prepotente corbata, desplazándolos al nororiente de la ciudad. Cinco años después, en 1968, Medellín se llenó de curas que abandonaron la opción de lagartear un puestico en Roma al considerar que su misión estaba cerca de los pobres de América Latina, quienes les requerían para reclamar los derechos negados. Concluyeron los curas en la 2da Conferencia del Episcopado Latinoamericano, que debían vivir lo que vivía la población marginada. Entre ellos estaban dos antioqueños, Vicente Mejía (1932) y Federico Carrasquilla (1935 – 2024) Ambos fueron nombrados en asentamientos informales, creados por gentes expulsadas de sus finquitas por quienes inventan la violencia desde la comodidad de la arrogancia. De sus parcelas sin nada salieron cuando sus veredas abandonaron, mientras los jefes rojiazul con wiski celebraban. En el basurero municipal (el Morro de Moravia) Vicente Mejía santiguaba la creencia de sus creyentes, siendo nombrado párroco de los recién expulsados en 1964, y haciendo del vertedero su templo. Ese año también llegan las primeras víctimas de la violencia liberal y conservadora a la parte alta de la montaña. Allí siembran sus carencias, y hasta allá, en 1968, llega como sacerdote Federico Carrasquilla.

Como faltaba todo, Vicente y Federico, en coordenadas diferentes, conformaron las Juntas de Vecinos para transformar el plástico y las latas en casas, y las invasiones en cuadras. La primera tarea que realizaron fue la de evitar que una alcaldada los arrasara; luego había que legalizar la ilusión de dormir protegidos por un techo. Después a reclamarle al perfumado alcalde agua, alcantarillo, electricidad, vías, transporte público, y como siempre sucede, las peticiones se convertirían (para quien no aguanta hambre) en peligrosos reclamos. Estos dos sacerdotes fueron la voz de quienes desarraigaron de sus parcelas, aquellos que se enriquecen con las violencias. Hallar justicia fue su obsesión. Los culetazos y detenciones no les faltó. Jamás renunciar proponían en la homilía dominical, mientras sus manos empantanadas, escribían peticiones que el engominado alcalde censuraba. Vicente en el basurero, y Federico en el Popular 1, predicaron lo que otros evitaban decir por miedo a que los mataran. Y de tanto esquivar amenazas se especializaron en llevar un liviano morral donde sólo cupo la palabra dignidad, en su abecedario parroquial.

Marzo 25 de 2024

pensamientos de 6 \"DOS VALIENTES\"

  1. “ No me esperaba esta crónica mi gran profesor , para estos dos santos que la iglesia no pone en el altar .
    El P. Federico , mi gran referente espiritual, compartí con Él en la comunidad monasterio en donde siempre nos mostraba cómo seguir a Jesús es tan fácil… Sólo es darle la mano al necesitado… Me emocioné sobremanera leyendo esta gran crónica … Federico está más vivo que nunca en quienes lo conocimos … Dios los bendiga siempre “

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