¿Dónde?

¡En La Gorda mijo!

Ese lunes que parecía viernes en la tarde, hasta la esquina de Bolívar con Colombia, llegaron de todas partes. Como hormigas curioseaban su cuerpo, aunque no tuviese cabeza ni manos.  Por verla y tocarla no cobraban ese 15 de septiembre de 1986 cuando fue instalada. Desde entonces permanece ahí, en la plazoleta del Banco de la Republica, muy cerquita de Pedro Justo. Fernando Botero, su autor, la nombró “Torso de mujer”, pero sus adoptantes no. Ese lunes que parecía viernes en la tarde, el salario mínimo era de $16.811, y para quienes lo devengaban, divertirse era una utopía porque no les alcanzaba.  Esa mañana el gentío no cabía, por ver La Gorda (como de inmediato la llamaron) no cobraban. Pareciera que el millón y medio de habitantes de Medellín se reunió en esa esquina sin importar que la lluvia los acompañara.

9:30 am. Pablo (no, no es el Pablo que imaginás) como alcalde recordó que venía desde Pietrasanta, Italia. “Creo que la van a respetar”, dijo Botero al final de su intervención. Y ahí sigue intacta la escultura de bronce que es hueca por dentro, con 2.48 metros de estatura, y 1.250 kilos de obesidad.

Más de tres décadas después…

2:00 pm. Un sábado que parece 24: la señora que se faja, riéndose comenta.

  • “Con esta Gorda los gimnasios se quebrarían”, mientras le soba las nalgas.
  • “Esta será pa´l Tik Tok. No, ahí no. Debajo de la teta. Sí, de esa. Sonreí pues”. En ese preciso instante otra voz femenina orienta a quien debe ser su pareja.

Aunque no tiene oídos, ni ojos, ha soportado los afanes obsesivos del Centro. Testiga de los gritos embriagados, de las marchas trabadas, de los reclamos sindicales, de la trampa politiquera, de los amores agredidos, de la deuda sin pagar, de la queja mendigante, de los besos descarados, de las riñas sin programar, del cinismo atracador, de las citas clandestinas, del abrazo familiar, del rencor bandido, del turista perdido, del nativo sin trabajo, de la venta callejera, de las barras futboleras, de los tenis fiados, de la promesa incumplida, de la amenaza que desplaza, del disparo que ensordece, del miedo acumulado, de la carramenta estresante, de la soledad nocturna, del caos diurno, de otro beso robado, de la nariz contaminada, de la mentira electorera, del adiós padecido un domingo del 93,  cuando La Fanfarria la casó con Mancancán, el muñeco creado para celebrar veinte años del grupo teatrero. Ese día Luis Alfredo, otro alcalde, les dio la bendición.

“En La Gorda nos pillamos” es la frase tatuada en la rutina citadina, resumiendo los encuentros y desencuentros, y, desde ese lunes que parecía viernes en la tarde, testimonia las resiliencias anónimas de quienes, al acariciarla, cicatrizan las heridas de indiferencia que el desinterés municipal ha perpetuado por décadas en el centro del Centro.

Septiembre 15 de 2024

 

pensamientos de 12 \"¿DÓNDE?\"

  1. Bien por la «gorda de Botero», referente de la ciudad, donde nos encontramos para sentir el ir y venir de los acontecimientos rutinarios de sus habitantes, padeciendo el rebusque de sus vidas. Qué diría hoy Gonzalo Arango de su Medellin con su tisis industrial?

  2. La gorda no solo es bronce tiene su historia, buena menoria historica de la escultua de Botero. ¿Será que si pesa 1.250 toneladas ?, pues eso sería 1.250.000 kg. Quiza quisiste decir 1, 25 toneladas que corresponden a 1.250 kg.

  3. La Gorda, testigo fiel del proceso decadente del centro del centro de la Medellín sin dueño, sin dolientes, sin soñadores. No ha faltado el pudoroso y pacto que se sonroja al ver este torso desnudo.
    El punto de encuentro obligado del atrio de La Candelaria en el pasado, pasó a un segundo plano con el: «papi, entonces nos pillamos en La Gorda.»*.

  4. “ Total , un punto de encuentro lleno de nostalgia de la Medellín que tanto añoramos …. Y si , ahí nos pillamos en la gorda del parque de Berrio mijo… Cuidado me llegas tarde ok ?”

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