Con una palabra

basta

Cheo Feliciano (1935 – 2014) en 1976 presentó su disco “Salsaludando” en el cual nombra los estados venezolanos donde habitaban sus seguidores. Trece años después, en 1989, ese tema inspiró a Elmer Vergara (director) y Jairo Luis García (locutor) para que los oyentes del programa “Sabor Latino” interactuaran a través de una llamada con familiares y amigos.

Es de noche en el glacial reloj de Quebec, y Carolina (mi sobrina) sirve La Poutine como cena para Sebastián (su esposo) Matías, Helena (sus hijos) y ella misma. En la cocina la sabrosura caribe se mezcla con el plato típico quebeco cuando de la voz del Cheo escucha  ”Anacaona/ india de raza cautiva/ Anacaona/ de la región primitiva”, mientras el menú familiar sazona. “Tío, cuando tengo la malparidez aguda, o me siento muy perdida, prendo el bafle y pongo Latina Stéreo para alinearme, y, de un momento a otras lagrimitas con los Salsaludos me acompañan”.  Así respondió al chat que le envié preguntándole cómo le estaba yendo. Carito, quien desde 2008 emigró a Canadá buscando su propia búsqueda, halló respuesta en el apego que no tuvo por Medellín cuando aquí residía.  En el WhatsApp hacía referencia a “Sabor Latino” de Latina Stéreo, que en sus 100.9 FM acerca a quienes se alejan mediante los “Salsaludos”. Esta emisora desde el 31 de octubre de 1985 prolonga la alegría de quienes degustan este género musical, sin importar el lugar del planeta que se encuentren. En el aludido espacio radial cada palabra desarruga el corazón de Carolina evocando a la lengüilarga del barrio (actual wifi de las esquinas); o la amabilidad de don Ramón (el tendero de la cuadra) que sonriente a nadie un fiado negaba; o el recreo colegial donde el primer beso las compañeritas confesaban: o los parches universitarios que todos los problemas arreglaban.  Recuerdos que, en un país forastero, nutren el sentimiento de apego con tanta felicidad añeja. Cada “Salsaludo” le inunda las pupilas al sentir distantes las raíces del alma: “un saludo, Jairo Luis, a Pachanga, y a toda la mancha amarilla”, dice una ronca voz (sin acelere alguno) “en la esquina de siempre”; “a la vieja Chila que se alivie pronto”, es el deseo oyente con medicinal optimismo; “a la plástica en New Jersey”, manifiesta alguien desde Aranjuez; “a caremoco, sonsoliso, comeaños, pichurria, morrongo, majadero, puntilla, trespelos, el gomelo, salao, fanfarrón  y chuflún en casa grande” (cárcel de Bellavista) expresa el maratónico audio; “a la plaga, alambrito, Maritza, desabrido y chicanero, y a todos los que me conocen en Robledo”, dice el parcero mientras conduce su taxi; “a don Leo, chespirito, mantenido y guevaleto en La Bayadera. La buena”, melódicas vocales declaran presente. Con apodos identifican, en el “sonido de las palmeras”, ese ayer de emociones vigentes descongela a Carolina con suspiros que sueñan el regreso a Medellín donde era feliz cuando los frijolitos calados, la mazamorra pilada, y el patudo chicharrón, en carnaval transformaban sus días sin ella saberlo.

Abril 6 de 2025

pensamientos de 4 \"CON UNA PALABRA\"

  1. “ Todo exilio voluntario tiene muchos visos de nostalgia me dijo un amigo alguna vez y a fe que en esta crónica queda plasmada esa nostalgia , que con esos espacios de interacción con nuestro terruño ; a través de una emisora
    ( Como lo vive Carolina ); convierten en placebo nuestras distancias ; mientras se llega la hora del feliz retorno a nuestro techo natural…. Coincido con lo que experimenta Carolina en Canadá … Gran crónica “

  2. Una crónica con sabor a nostalgia por su terruño y todo lo que queda atrás por una salida queriendo o sin querer como lo hacen muchos .
    Una emisora como pretexto para el recuerdo del ayer,el hoy y el mañana.

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