Adriana Inés

La mamá de Susana

En la foto estaba estrenado el vestidito rojo que su mamá le había confeccionado el día anterior. Por eso, ese jueves 14 de mayo de 1970, al cumplir sus cinco añitos, doña Rosalba la invitó a Juniniar con el pretexto de probar la pizza del salón Versalles (el primer local en venderla en la ciudad).  La madre y su segunda hija bajaron a pie desde su casa en Villa Hermosa (nororiente), distante algunos minutos. Adriana Inés la noche del miércoles no durmió porque estrenar, salir al Centro, y saborear por primera vez lo inimaginado, despertó el insomnio de su felicidad. Mientras doña Rosalba curioseaba vitrinas, la niña de espaldas a los zapatos exhibidos, a un señor que hacía clic a quienes transitaban por la acera observaba. Y, obvio, la intuición comercial del hombre hizo un primer plano al decirle “quietecita”, alertando el sonido de la cámara a la mamá. El tipo le entregó un papelito con un número telefónico, “la semana entrante puede reclamarla”, afirmó su voz de patrón intimidante. Esa respuesta aturdió la pregunta de la madre sobre el costo de la “retratadura”, como le decía la menor a las fotografías. La semana siguiente llegó y un minúsculo artefacto (que telescopio llamábamos) de 5 cm de largo, de forma piramidal, que cabía en una mano empuñada, doña Rosalba reclamó. Y ahí estaba Adriana Inés “quietecita”, en ese colorido y plástico visor que tenía tres componentes: en el extremo más angosto, un circular boquete de 1 cm de diámetro cubierto por un vidrio cóncavo (curvado hacia dentro) para ampliar “la vista”, como diría el hijo pequeño de doña Rosalba, equivalente al zoom actual. En la parte más ancha, una tapa cuadrada translucida de 2 cm, guardaba la diapositiva. En los 60s, 70s, y comienzos de los 80s, del siglo pasado, quienes vivimos la experiencia de ser ponchados por esos fotógrafos que sin autorización congelaban nuestro desprevenido andar por la céntrica Medellín, describíamos ese poncherazo (así bautizábamos las imágenes captadas por quien no era profesional en este oficio) como la canción que pone a brincar el corazón al verse en una pantalla chiquita de cine en miniatura, transformando el anonimato peatonal en ego de estrella hollywoodense.

Cincuenta y cinco años después, al verse en ese “telescopio”, gotitas de nostalgia inundan el recuerdo de Adriana Inés, al revivir la lucha materna para responder por ella, Miryam del Socorro y Pedro León; al quedar viuda siendo estos unos bebés (Adrianita tenía dos añitos). Y como la niñita de cinco años (la de la foto) es la misma maestra de escuela que formó pacientemente a sus estudiantes, ignorando las dificultades económicas que conoció la ausencia del padre; con esfuerzo, sacrificio, valentía, bondad, lealtad, solidaridad, sensibilidad, dignidad, y gratitud, su mundo creó.

En este texto hago un breve reconocimiento a Adriana Inés Betancur Díaz (mi esposa) después de volver a ver la pequeña fotografía, donde se hallaba estrenando el vestidito rojo que su madre le confeccionó el día anterior, para subrayar la importancia de la mujer que resume la historia de los humanos cuando se vive sin guerras, pues su alma no guarda rencor al reivindicar el perdón como el único lenguaje del abecedario de la inteligencia

Febrero 19 de 2025

 

pensamientos de 12 \"ADRIANA INÉS\"

  1. Qué bonita fotografía de palabras, de un hecho cotidiano y que entrañaba su sentido trágico, también feliz. Una historia muy sentida y que da cuenta de un tiempo, que como tantos, no volverá. Muy bien. Saludos para ambos, para el autor y la maestra Adriana Inés.

  2. Buena crónica, nos recuerda las costumbres y tecnologías del pasado, me parece un excelente reconocimiento a las mujeres luchadoras.

  3. Que súper don Héctor, conocer de tan bonita historia y cómo se convirtió en una anécdota más en la vida que han construido los dos un saludo a doña adrianita

  4. “ Excelente crónica y homenaje para un ser maravilloso y que tengo la oportunidad de conocer … Adriana , además que su historia aleccionadora es también un gran homenaje a esa mujer guerrera y luchadora como lo ha sabido ser . En buena hora profesor Barrientos un merecido reconocimiento a la mamá de Susana y esposa de un gran Maestro . Saludos especial a la profesora Adriana “

    1. Rubencho. Gracias por permanecer siempre, con o sin dificultades consolidamos ese vinculo lector de aprendizaje permanente. Gracias por opinar, siempre, cada crónica con ese humanismo que te acompaña. Te espero en la próxima.

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