Mi primera vez

Como docente

Viajé más de 457 kilómetros por una trocha que llamaban carretera. Demoré desde Medellín hasta el corregimiento El Carmelo, de Arboletes (Noroeste de Antioquia) más de 18 horas.  En ese recorrido se tragaba polvo y se acobardaba la valentía cuando la fangosa Vía al mar se estrechaba. En un morral empaqué toda mi alegría al saberme docente de bachillerato, y, entre ese equipaje de optimismo desbordado, llevaba mis apetecidos libros filosóficos.  Esa noche, de un domingo inimaginado, conocí la concentración educativa a la que fui asignado: ocho troncos garetas servían de vigas y muros que sostenían la paja que simulaba ser el techo de dos aulas. El piso de tierra, un agrietado tablero de dos caras en mitad de lo que decían eran dos salones de clase, y nueve prehistóricos pupitres (ocupados cada uno por dos estudiantes) fue lo que hallé.  Yo era el único profesor nombrado por la Secretaría de Educación de Antioquia para este colegio de bachillerato, registrado como tal, por la mitómana burocracia gubernamental. Tres grados (de sexto a octavo) con un promedio de seis adolescentes por curso, era el insumo humano para despegar como docente de Filosofía. El problema era que esta materia sólo se dictaba en diez y once, los cuales no existían.

  • ¿Cuál Filosofía? Me pregunté. Si era el único docente del colegio.

Al día siguiente, el lunes 20 de abril de 1987, me estrené oficialmente: un aguacero bíblico fue mi bautizo laboral, pues en la choza más grande hicimos una sombrilla humana al permanecer estáticos, de pie (los estudiantes y yo) pegados uno del otro, evitando que el agua venteada emparamara nuestras ilusiones de estar en una clase formal. Tres cerdos del vecindario se refugiaron a nuestros pies, mientras indiferente a las miradas, el más robusto copulaba con una de las hembras.

Ni colegio, ni agua potable, ni energía eléctrica, ni carretera de acceso, ni transporte oficial (uno de los habitantes en un destartalado UAZ prestaba el servicio de carga y pasajeros una vez al día). Al jeep que nos llevaba y traía de Arboletes, le llamaban “la esterita”, asociándolo con una alfombra remendada. Cuando las lisas llantas patinaban en el lodo, nos bajábamos para hacer las veces de grúa para desatorarlo.  El caserío se inundaba en los meses de lluvia (al ser selvático llovía casi todo el año) y la única opción era ducharse en el río san Juan, quien atraviesa el poblado con sus aguas turbias y sus playas empantanadas.  Al secar el barro de los pies, costras de tierra quedaban adheridas a la curtida toalla. Esta experiencia me obligó a aprender de los nativos a sobrevivir sin nada en la Colombia oculta, en la marginalidad de la historia, en la deuda eterna con la población olvidada, en la oscuridad del silencio. Además, la asfixiante humedad del Urabá antioqueño me hizo inmune porque estaba prohibido ceder ante cualquier enfermedad, al carecer el corregimiento de un termómetro cuando alguien padecía fiebre. Lo único seguro, en este territorio rural, era el temor a un enfrentamiento entre los protagonistas de la perpetua guerra nacional, porque las casitas de madera hubiesen colapsado, de haber coincidido, dos enemigos armados.

  • ¿Qué aprendí de esta primera experiencia como docente? Me preguntarás.

A desaprender lo que durante tantos años obligaba la academia repetir. Aprendí que la teoría es tan lejana de quien sufre el abandono estatal, que los libros que llevé, el caluroso clima los reescribió. Aprendí que el campesin@ sólo cree en su esfuerzo porque acariciando la tierra  no recuerda su longevo sufrimiento.

Junio 25 de 2024

pensamientos de 17 \"MI PRIMERA VEZ\"

  1. Muchos tenemos recuerdos de esa primera experiencia como docentes en el campo o en la ciudad,aunque màs complicado el campo y todavìa peor en ese tiempo,donde lo rural sí que lo era.

  2. La primera vez te confronta con los sueños y las decisiones tomadas a tan temprana edad. A la vez se convierte en la vocación del que tiene mucho para dar y recibir, el maestro.
    Abrazos

  3. Todos tenemos que enfrentar a esa primera vez en algo y me parece muy Bacano como enfrentaste la situación don Héctor de la enseñanza que dejaste y te dejaron.

  4. Todos tenemos que enfrentar a esa primera vez en algo y me parece muy Bacano como enfrentaste la situación don Héctor de la enseñanza que dejaste y te dejaron.

  5. Héctor, buena nota. Te tocó duro, pero no desfalleciste; he ahí la vocación del verdadero maestro. Una buena descripción de la realidad de la educación rural en Colombia. El relato data de 1987, pero en muchos campos colombianos todavía se presenta esta situación, dada la ausencia de políticas educativas que garanticen una educación similar en zonas urbanas y rurales.

  6. “ Un retrato bien escrito de la marginalidad que caracteriza nuestra educación en el área rural y que después de 37 años aún se percibe en esa Colombia que nos negamos a conocer . Y acá no es por el cambio de color en quien gobierna, la indolencia es el común denominador de todos esos sátrapas ( Sin excluir anadie ), que nos han gobernado y aún nos gobiernan “
    Buen relato profesor Barrientos.

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