Sigue ahí,

Enseñándonos

Jairo – como siempre – llegó al paradero de buses a esperar el transporte que lo llevaría al colegio público, donde era vigilante. A las 9:30 de la noche del sábado 10 de junio de 1995, el parque San Antonio estaba lleno, había fiesta, y los asistentes bailaban pegaditos un vallenato de Diomedes. Testiga de tanta alegría fue la escultura que el pintor Fernando Botero (1932 – 2023) había donado el año anterior a la ciudad donde nació. El voluminoso bronce fue llamado El Pájaro por su creador. Sin que nadie se enterara, sobre la base de ésta, un sociópata dejó 10 kilos de dinamita… Todo se silenció, escuchándose solamente, el gemido de las ambulancias que trasladaban los doscientos heridos. ¡Demencial! tituló el lunes 12 El Colombiano en su portada.  Botero dijo que donaría otra, que dejarán ésa, tal cual quedó para no olvidar el daño que hace la invencibilidad delincuencial. Desde entonces, los habitantes de Medellín la rebautizaron como El Pájaro Herido. La municipalidad adhirió a esa base una placa recordatoria con los nombres de las 23 personas que la bomba asesinó (incluido el de Jairo) Y, en el año 2000 el artista entregó la copia de la anterior como símbolo de resiliencia, llamándola El Pájaro de la Paz.

Han pasado 28 años de esta fractura en el corazón del Centro, pero en el diario vivir medellinense, el derecho a seguir soñando nadie lo chatarriza porque la fortaleza despierta cada amanecer con sus habitantes, recordando lo que no se debe repetir, así las cicatrices no se borren del alma urbana.

Octubre 17 de 2023