De allí…También nos echaron

El Parque del Poblado

 

Desde el balcón que sirve de atrio a la Iglesia de san José – de estilo romano y terminada en 1902, cuyo nombre fue condicionado por el parroquiano que donó el lote para que existiera, y no fue precisamente un pobre carpintero quien lo regaló – veo el fluir cotidiano de un lugar que une y desamarra.

Desde acá –  en el suroriente de la ciudad, separado por el asfalto de una avenida, y un árbol que ya tiene bisnietos – veo la alegría envejecida, porque antes que la policía comenzará a sancionar por comer una empanada, o por volar con las alas del humo, degustar una cerveza conversadita, en el Parque, fue el mayor de los delitos.

Ya este sitio no es el punto de encuentro para los universitarios o compañeros de trabajo porque el comparendo – vestido de verde abusivo – llenó de temor la alegría de la integración, así como le ocurrió a nuestro ancestro genuino.

Salía muy barata la diversión para la muchachada bohemia, porque con una sola “pola”, comprada en la licorera del frente, el alma se expresaba con arte sobre la plazoleta. Malabaristas, teatreros, músicos, mimos y cuenteros, invitaban a sonreír y aplaudir el encuentro entre parceros. Una copita de guaro, un perrito encebollado, un bombón de pollo, una empanadita con ají, compradas en la esquina, sí, en esa esquina que ya no es lo que era, vestían de carnaval hasta la gélida madrugada.

Aquí a nadie excluía porque todos eran diferentes: rockeros, metaleros, góticos, reguetoneros, raperos, oficineros, salseros, románticos, flacas ojiazules con acento trabado, creyentes y no tan creyentes; dialogaban, se abrazaban, se recordaban que tenían corazón, así sus bolsillos nada guardaran, porque todos – simplemente –  se desconectaban de las responsabilidades cotidianas. La palabra amistad salía barata porque una Pilsen era suficiente para permanecer anclado, durante la noche y el amanecer, al lugar de los reencuentros.

Estos inquilinos de la felicidad protestaron con velorios simbólicos cuando a un alcalde se le antojó remodelarlo, para dejarlo tal cual estaba, o cuando el código de policía comenzó a joder a la felicidad espontanea, porque los oídos rumberos de poca edad, no volvieron a escuchar a los pelaos universitarios ofreciendo shots en gelatina, postres caseros, empanadas artesanales, como única forma de rebuscarse el dinero para pagar su próximo semestre.

A esta hora veo a una pareja que se besa sin reglamento; veo a un mancito, creidito él, que ni idea tiene que el 2 de noviembre de 1675 pasó a llamarse Medellín, la urbe donde nació, porque antes era San Lorenzo de Aburrá. Los bandidos le cambiaron el nombre para inventar sus fechorías. Veo a una muchachita, farándula toda ella, que tampoco sabe que fue el español Francisco Herrera de Campuzano quien bautizó la ciudad, en homenaje, autorizado por alguien que no hace, es na’, llamada reina –  Mariana De Austria – a Pedro Portocarrero y Luna, conde de Medellín de Extremadura (España), el 22 de noviembre de 1674, cuando otorga el registro civil oficial, confirmando la fundación de la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín.

También veo a un viejito cascarrabias que le dice a un indigente, “no me guevoniés, ome”, ambos ignoran que  Medellín  viene de la palabra árabe Madallin,  pues, esa palabra significa fundación – de un pueblo – que se hace a ambos lados de un  río;  porque entre los colados que llegaron – siempre ha habido trampa pa´ pasar gente al otro lado del charco en forma clandestina – venían musulmanes, “posudos”, listos pa´ la selfie, quienes aparentaban ser  los nuevos inmigrantes respetuosos de la religión católica y la monarquía española. Se camuflaron para evitar su persecución allá, y pasar acá, como los nuevos ciudadanos ecuánimes, respetuosos, limpiecitos de conciencia, camanduleros, obedientes del rey, convencidos de la fe ajena, y honorables, ¡perdón!, humillantes esclavistas.

Veo a un señor de barba arrugada quién en una carreta ofrece aguacates con pecas; veo a la ambulancia que estacionada espera sin desespero; veo al vendedor de un periódico amarillo que salpica – con la tragedia de otros – a su adicto lector, quien cree, que lo que lee, le pasa sólo a los otros,  y en esas, alguien resbala, y… ¡taque!,  se vuelve a parar, y la ambulancia, ahí, apagada;  veo a la que fue escuela pública moquiando por la contaminación que  expulsan  los solapados mofles que vomitan veneno; veo a un grupo de turistas que  pierden el poco tiempo de su estadía viendo cómo quedaron en las fotos tomadas, sin guardar en su memoria, los gruesos arboles cuyas raíces parecen chivera de sabio chino; veo a un hombre alto, en chanclas, con uñas hipotecadas por el descuido; veo la obra hecha en bronce, en 1997, por la escultura Luz María Piedrahita – un bloque rectangular que cubre a la joven aborigen, de piel con sabor a tilapia, quién, en cuclillas, mueve la batea como danza rutinaria, logrando expulsar la arena mojada para que al fondo del recipiente queden diminutas piedritas de oro. Sus tetas grandes y sin brasier (palabra de origen francés) no escandalizan su dignidad milenaria, ya que la moral conquistadora de esos países lejanos – indecente y destructora –  fue la que vistió el morbo de sus fechorías. No solo sus cuerpos, también su imaginario desapareció.

Veo a la heladería, en aquella esquina – sí, en ésa, donde los señores van a tintiar desde muy temprano; veo a la pantalla gigante que ordenó instalar uno de los tantos  alcaldes que ha tenido la ciudad, y que otro mandó quitar; veo el afán  jubilado  de dos abuelas,  que cogidas de la mano, disfrutan de lo que no veo;   veo a la gente que sale de misa convencidas que “rajar” del otro, no hace daño;  veo en pretérito a un poblado humilde, sin ostentación alguna, cuando la avenida no existía, cuando el nativo vivía aquí,  en su actual Parque, que ahora es de barrio caché, dónde cree uno que los edificios no se agrietan.

Su nombre – El Poblado – recuerda la fundación del Poblado de san Lorenzo de Aburrá, el 2 de marzo de 1616, después, que, en 1541 llegarán quienes dejaron solamente robo y ambición: los españoles de segunda que extinguieron nuestra dignidad ancestral.

 

Después de ver todo lo que vi me voy a gomosiar lo que ofrece este pequeño bosque con olor a pausa, pa´, en la foto chicaniar cuando otros me vean, como verán a los turistas que ninguna artesanía compraron porque a todas fotografiaron, sin preguntarse, siquiera, ¿Por qué el mal llamado descubrimiento fue tan putamente dañino, cuando de nuestra casa también nos echaron?

pensamientos de 8 \"DE ALLÍ…TAMBIÉN NOS ECHARON\"

  1. Despertar la conciencia no solo es cumplir lo cotidiano, es revisar la historia con sus iconos, para que la memoria recuerde que los procesos cíclicos son irreversibles, así la alienación de la conciencia sea costumbre. Muy bien apreciado Hector.

    1. Paola, gracias por tu opinión, como siempre, generosa y valiosa. Gracias por leer las crónicas publicadas. Ya sabes, te espero en la próxima.

  2. El parque del Poblado , ya estaba esperando esta preciosa crónica donde con muy buena pluma ,el profesor Barrientos , nos recuerda la diferencia que existe entre lo que fue nuestro y lo que no ha sido nuestro…. El desalojo de nuestra historia ancestral .
    Ya era hora profesor….

    1. Rubencho. Vos siempre con tus acertados comentarios. Gracias, gracias, por leer el texto, y por opinar con tu singular manera de valorar este esfuerzo. Como te he dicho: te espero en la próxima.

  3. Aunque ya había escrito un comentario a esta excelente crónica por el azar del destino no salió publicada, pero lo hago nuevamente sin temores y con el orgullo de decir que es escrita por una buena pluma y sin sobrar ni faltar nada en ella , pues cada línea es tratada con delicadeza y pensada antes de publicarla.
    El Poblado, ya hacía falta esta crónica como lo dice Rubén Darío ,otro seguidos de tus textos.
    No es para menos, puesto que fue el inicio de nuestra tierra, por algo está la calle 1 y nada menos que en el Parque verdadero , pues el otro es de las rumbas : el Parque LLeras.
    Gracias amigo por seguir culturizándonos de nuestro terruño y en una forma tan placentera.

    1. Horacio. Gracias por sacar un rato de tu tiempo para leer y opinar sobre las diferentes crónicas aquí publicadas. Como siempre, te espero en la próxima.

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