“Llegó carta. ¿De quién?”
El Buzón de correo
(Agradecimientos especiales a los Vigías Patianchos, por su generosidad histórica)
Caminado los olores de Medellín, se encuentra uno, en la avenida La Playa con la carrera Junín, (el ombligo del centro que estrena un ancho adoquinado y la calle más estrecha) un reparado buzón rojo – el mismo cilindro fabricado en Escocia que se tragaba las cartas – que todos lo vemos al pasar por ahí, pero el afán cotidiano nos hace olvidar que fue el corazón de muchos suspiros.
Hoy parece un extraño adorno de cuatrocientos kilos de peso y un metro con ochenta centímetros de altura (cuarenta de ellos sepultados para que nadie lo arranque) que algún desocupado dejó allí, para desencantarse de él. Pero, ¡no!, ese extraño, ubicado en el mismo lugar por La Administración Postal Nacional – ADPOSTAL – en los años sesentas del siglo veinte, tuvo su momento de luz porque quién escribía, o quién recibía la carta – o ambos – tenía la ansiedad pegada a sus trasnochos imaginando la reacción – escrita – de la otra persona, a la que seducía con inspiradoras letras, tatuando su abecedario con besos de labios recién pintados. Mientras la carta era recibida – se tomaba su tiempecito en llegar – los suspiros y el hormigueo en el estómago delataban a quién necesitaba un siquiatra para aprender a esperar.
Pero como todo cambia, las redes sociales – consecuencia inatajable de la aparición del internet en la ciudad – convirtieron esas letras que respiraban poesía, en breves mensajes de gimnasio light, que reducen la brevedad en un hueco lenguaje sin sentimientos. El mismo mensaje que envía abrazos virtuales y besos sin pintalabios.
El cartero no es, ya, ese señor uniformado de gorra con quepis, que a pie o en bicicleta, conocía la intimidad de la cuadra de su destinatario, el mismo que llevaba un maletín lleno de postales, plata, pedidos al niño Dios, de esperanzas – en ocasiones – o de infortunios – en otras – que tenía que huirle al perro de la esquina que olfateaba su miedo, hoy es una carita triste, alegre o enojada, que llaman emoticón, y que dice expresar esos sentimientos.
Como todo cambia, hoy no se usa ese cilindro rojo – reubicado en 2019 en el centro del centro – que se tragaba el amor, el desamor, la vida, la muerte, el nacimiento o el viaje de alguien. Hoy, el Buzón del correo es el Facebook, el Twitter, el Instagram, el WhatsApp, tal vez, el Email, que no sienten lo que sentía la perfumada carta cuando el cartero la entregaba a quién era dirigida, y éste la recibía con las manos de su alma para sentir cerca a quien estaba lejos.
Nos transporta a los amores de María y las cartas que guardaba para Efraín, su primo, aunque en realidad no eran familia.
Muchos recurrimos a enviar cartas así por diferentes motivos y llegaban, así fuese un poquito tarde.
Recordar y rememorar el pasado que la internet nos lo cambió o nosotros por la modernidad o la contemporaneidad lo dejamos cambiar.
Horacio. Acertado comentario porque el principio de toda realidad es conocer la historia para asumir un criterio reflexivo sobre la realidad que cada quien vive. En la próxima te espero.
» Como no recordar a » Telecom » y » Adpostal «, en estas épocas donde el amor puro y real han quedado relegados a un frío » Click «, donde se oculta la verdad de lo que queremos expresar……… La carta escrita con tinta de » Kilométricos » y cerrada con » Salivas » de sentimiento , siempre serán la nostalgia de un sentimiento profundo que ha pasado a un amor efímero y virtual ….. Muy oportuna esta crónica mi admirado profesor Barrientos …»
Como siempre, tus conceptos literarios son la extensión de la crónica publicada. Te espero en la próxima, Rubencho de siempre.